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Triunfo y muerte

Cualquiera que sea el riesgo, te dejas llevar, porque en el fondo eres un artista

–PEPE LUIS VÁZQUEZ

 

SETENTA AÑOS DESPUÉS, persisten las dudas acerca de la muerte de Manolete: ¿suicidio? Existe una estrecha relación implícita entre corridas de toros y suicidio. Manet nos proporciona un doble enlace estético y ético en El hombre muerto y El suicidio. Estos dos cuadros, separados por una docena de años, evocan la inmediatez de la muerte (Nicole Muchnik: “La corrida […] No es la representación de la muerte. Es en sí la muerte”), así como el papel devastador del rechazo social, donde la pistola, como la cornada fatal, representa el rechazo de los críticos a los artistas. Si uno se refi ere a la nomenclatura del suicidio de Durkheim, los muertos de Manet, como la muerte de Manolete, podrían ser suicidios anómicos. El torero dijo poco antes de Linares, “Estoy, disgustado, amargado. El público está cada vez más exigente conmigo”. Pero, fi nalmente, parece que en comparación con los pintores y escritores, los toreros raramente se suicidan. Si la posibilidad de suicidarse requiere circunstancias especiales (depresión, drogas, desamor, vejez), es la búsqueda de sensaciones lo que está en el centro de la personalidad de los toreros.

El alma y el cerebro de los toreros son variantes muy peculiares dentro de la especie humana, probablemente necesarios para su evolución. La búsqueda de sensaciones es la motivación para que el torero vibre con experiencias sensoriales inusuales. Cuando se trata de llegar a las grandes emociones, los buscadores de sensaciones están dispuestos a aceptar el riesgo asociado a las actividades que generan excitación, aun intentado reducirlo al mínimo. Y ellos interpretan el mundo de una manera diferente, ni peligroso ni amenazante, y no perciben las consecuencias negativas cuando se involucran en situaciones de riesgo. Los buscadores de sensaciones tienen respuestas del sistema nervioso diferentes, que afectan al sistema de inhibición del comportamiento, produciendo un menor miedo, ansiedad y estrés. Esto es lo que da la apariencia de desprendimiento del torero frente al peligro. Pero como decía J.P. Gardes, esto no quiere decir que él llama a la muerte: “Bordeando la muerte, los toreros parecen querer estar más cerca de la vida”. Las señales de peligro son esenciales para evitar una exposición errónea. Algunos toreros, sin embargo, dan la impresión de buscar el peligro, para controlar mejor su miedo y soportarlo. En todos los casos, el miedo es un motor que participa en el encuentro con el peligro. La acción de torear tiene como objetivo (intentar) aliviar la ansiedad. Esta acción activa el sistema de recompensa del cerebro, lo que explicaría la necesidad de volver a correr el riesgo.

El aprendizaje de la profesión de matador es largo y doloroso; está plagado de dudas, fracasos y lesiones. Siempre se reconoce el valor de un matador cuando es corneado. De hecho, la percepción del dolor y la recuperación de una lesión, son objeto de aprendizaje. Sólo los más resistentes (entusiastas, determinados, ambiciosos, perfeccionistas, optimistas, vigorosos, llenos de recursos) volverán al ruedo habiendo aprendido a manejar el estrés. Por lo tanto, la actitud de los toreros está probablemente relacionadas con un funcionamiento particular de su cerebro. Entre ellos, la oportunidad de experimentar sensaciones extremas será codifi cada por el cerebro como recompensas normales. El vínculo estrecho y especial entre estos sistemas, también podría explicar el desarrollo de una adicción a la emoción.

La singularidad de los toreros radica en la creación de una obra de arte en una lucha contra la muerte. El estudio de la función cerebral en el riesgo, la creatividad y la neuroestética (estudio neurocientífi co de las percepciones estéticas del arte) indican la participación de las regiones del cerebro asociadas con la recompensa, el placer, la emoción, el juicio, la toma de decisiones y la percepción en todos estos fenómenos. Podemos pensar que los toreros tienen disposiciones cerebrales especiales para que la sensación de peligro se sublime a través de una gestión efi ciente de emociones y la activación del sistema de recompensa, generador de arte y placer.

La regulación emocional de los toreros es todo un misterio. De hecho, el análisis científi co de las emociones de los toreros desafía las teorías universalmente aceptadas sobre la expresión de las emociones de las caras. Los toreros tienen emociones intensas, como son el miedo y la alegría, en el curso de la lidia, pero su expresión facial no las expresa. Su cara se contenta con expresar el “embudo labial”. Esta expresión facial sólo existe durante la corrida y podría representar una forma de comunicación animal sintónica del carácter primitivo del encuentro entre el hombre y el animal.

El acto de crear. El hombre es el único animal que tiene el conocimiento de su propia muerte. Esto puede crear un terror que paraliza. Sin embargo, se puede superar. La belleza es una experiencia tan efi caz, potente e ideal que, por un momento, la muerte y la pérdida se superan. Se ha demostrado que la capacidad de dejar una huella (inmortal) por los más individualistas, disminuye el miedo a la muerte y permite que la especie continúe existiendo.

La creación social. Si la faena produce el placer del propio torero, también lo produce en los tendidos; ésta es su justifi cación. El matador que torea y el público activan juntos las redes neuronales implicadas en los fenómenos de empatía, y las neuronas, espejo de los espectadores, inducen la percepción del arte y la activación del sistema del placer que, a su vez, sirven de gatillo para la actividad motora de aplausos y olés. Las corridas de toros influyen en el bienestar psicosocial de la sociedad.

Alos triunfos suceden los fracasos. ¿Cuál es el riesgo real al que se enfrenta el matador? ¿El toro o la cornada del rechazo social? Cuando Israel Galván presenta su espectáculo La Fiesta en el Festival de Aviñón, dice que “no viene a torear un toro de Miura con un capote gigante sino con un pañuelo”. ¡Esto nos dice mucho sobre su aceptación del riesgo! Cualquier actividad creativa supone un alto riesgo social, ya que implica la posibilidad de que la idea creativa sea rechazado por el grupo social. También se ha observado que el corazón de los toreros palpita más rápido durante una corrida de toros que durante la lidia sin público. Y lo sabemos bien, la humillación es la cornada que más mata en nuestras sociedades, por suicidio. El dolor psicológico es más terrible que el dolor físico. ¿Por qué existe un posicionamiento en contra de la corrida? Nuestras sociedades rechazan claramente la muerte. Las personas mueren en el hospital, no en casa; los suicidios asistidos prosperan en los países europeos protestantes; la muerte se ha convertido en anormal, es impugnable ante el tribunal; los mataderos se han transformado en lugares de tortura; se obstaculizada la investigación científi ca; mientras tanto, el número de toros indultados aumenta…

El torero representa lo que ya no es aceptable: el que va a encontrar la muerte rodeado de sus seres queridos. La creatividad artística y científi ca es una forma efectiva para superar los miedos existenciales en la medida en que conduce a la inmortalidad. La acción de los más valientes se convierte en un benefi – cio para la humanidad, pero sólo si la sociedad está dispuesta a aceptar este legado. Aquí está probablemente el mayor reto. Es necesario valorar la cultura y el arte, incluyendo las corridas de toros, para poder seguir teniendo toreros.

PHILIPPE COURTET es psiquiatra y profesor en la Universidad de Montpellier.

NÚMERO DOS. OTOÑO. SEPTIEMBRE – DICIEMBRE. 2017