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¡Visca Gallet!

A José Gómez Ortega los carteles lo anunciaban como Gallito o Joselito; la prensa escribía sobre él nombrándolo indistintamente, como los aficionados y los públicos. Pero en Barcelona, donde toreó más de sesenta corridas, era también «Gallet».

Desde su presentación el 10 de octubre de 1912 en El Torín, la plaza de toros construida en el barrio pescador de la Barceloneta, hasta la que fue su última tarde sin saberlo el 6 de mayo de 1920 en la Monumental (diez días antes de la cita con Bailaor en Talavera), el torero de Gelves había impactado (como ocurrió en todo el planeta taurino) en una afición que muy pronto catalanizó su apodo. Una afición, una ciudad, dividida en sus preferencias por José (Gallet) y Juan (Belmonte), dualidad presente en todas las épocas fundacionales de la historia del toreo.

El Torín (1834-1923), Las Arenas (1900-1977), El Sport (1914-1915) y La Monumental (1916 y aún, sin toros, orgullosamente alzada), que durante años simultanearon la programación de festejos taurinos, incluso coincidiendo el mismo día, hicieron de Barcelona la primera ciudad taurina del mundo.

La efímera vida de El Sport, remodelada para ser La Monumental, pasando de una capacidad para 12.000 personas a casi 20.000, tiene (mucho) que ver, claro, con Joselito, tanto por su visionario y audaz empeño por democratizar el acceso a las plazas de toros de las capitales más importantes, como por su antes mencionada impronta en la sociedad y afición barcelonesas.

Joselito, que estuvo junto a Vicente Pastor en el acto de presentación de la plaza del Sport, no se anunció en el festejo inaugural del 12 de abril de 1914 (toros de Veragua para Manuel Mejías Bienvenida, Curro Martín Vázquez y Torquito), que coincidió con el que, una hora después, tenía lugar en Las Arenas, al otro extremo de la Gran Vía barcelonesa. Y, al día, siguiente, hubo novillada en El Torín. Todas ellas, según los revisteros de la época («lleno a rebosar», «no hay billetes»…) con gran asistencia de público.

Cuatro días después, junto a su hermano Rafael el Gallo, hizo el paseíllo en esa plaza del Sport que, sin saberlo entonces, sólo albergaría con ese nombre, y por una temporada, veintitrés festejos, en varios de los cuales, como el último, el 11 de octubre, estuvieron presentes los hermanos Gómez Ortega.

Las obras de remodelación y ampliación se acometieron y acabaron en tiempo récord y, tras sólo un año sin toros en aquel recinto, el 27 de febrero de 1916, Joselito, Francisco Posada y Saleri II, con toros de Benjumea, empezaron a escribir una historia interrumpida noventa y seis años después pero que, tal vez, aún no tiene escrito su capítulo final.

El primer toro que pisó el albero de La Monumental llevaba por nombre Listero, un manso pregonao al que José trasteó con técnica solvente. Esa temporada inaugural, torearía ocho tardes más en Barcelona, aunque paradójicamente sólo una en La Monumental, y el resto en Las Arenas.

Antes y después de que La Monumental completara el trío de cosos taurinos de Barcelona, fueron muchas las tardes, los triunfos logrados en ellos por el maestro de Gelves. La afición catalana, la sociedad barcelonesa, decíamos, lo hicieron suyo, y si su hermano Rafael era «El Gallo», José fue «Gallet».

A este respecto, permita el lector remitir a la cita del pintor y poeta Santiago Rusiñol rememorando un encuentro casual con El Gallo, en la que, aunque el protagonista no es José, sí queda de manifiesto la magnitud taurina de Barcelona y el entusiasmo de sus gentes con el toreo. Escribe Rusiñol: «Hemos tenido la gran honra de comer con El Gallo… le hemos tenido cerca, le hemos podido tocar, darle la mano, lo que desearía el 80 por ciento de españoles y el 98 por ciento de catalanes, que llenan incluso los días de trabajo las tres grandes plazas de la laboriosa Barcelona. El Gallo, un buen torero que se gana honradamente la vida y que ha dicho cosas de Barcelona de las que han de estar agradecidos todos los partidos de la ciudad, tanto los que tiran a la derecha como los que se decantan por la izquierda. Nos ha dicho, y nos llena de alegría, que Barcelona es la ciudad de nuestra España que más exalta su oficio, la que tiene más afición a los toros. Nos ha dicho que quería tanto a este público, que lo deja todo por ir a verlo a él de luces, que si no fuera andaluz de nacimiento querría ser hijo de Cataluña, porque cree que en ningún otro lugar se quiere más a los hombres que valen. Y después de beber sin porrón, porque no lo teníamos, nos ha prometido que mientras toree y le quede piel por agujerear, piernas para correr, capa y muleta, siempre recordará la tierra que más quiere al toreo, como lo demuestra con las tres plazas. Y nos hemos abrazado. Y llorábamos».

La Barcelona que vio por primera vez a Gallet en 1912 acababa de dejar atrás la Semana Trágica.  La ciudad bullía en las calles y en las fábricas, con un movimiento sindical de inspiración anarquista. Huelgas, violencia callejera y represión policial en difícil convivencia con las señales de lo que los años veinte depararía. Y el toreo como lugar de encuentro; pueblo y burguesía, sol y sombra, pasiones desatadas. José y Juan.

En la temporada de 1919 protagonizaron ambos dos tardes en La Monumental (a plaza llena) que, por distintos motivos, quedaron en el frontispicio de su historia, en la memoria colectiva del toreo. El 16 de marzo, en presencia de Belmonte, Joselito daba la alternativa a su cuñado, Ignacio Sánchez Mejías, con toros de Martínez. Tres días después, frente a toros de Benjumea, José y Juan protagonizan un mano a mano triunfal que desata la locura en los tendidos.

Sí, Joselito fue Gallet en Barcelona, en cuyo Hotel Oriente, en las Ramblas, se vestía los días de corrida y en el que nada queda de su esplendor taurino, ni tan siquiera la placa que recordaba que en la habitación 1 se alojaba Manolete. Tampoco está ya en el bar Los Toreros de la calle Xuclá, la «sede» de la que fue seña decana de Barcelona: Los de Gallito y Belmonte.

Pero así que pasen cien años, la Barcelona taurina sigue gritando: ¡Viva Joselito! ¡Visca Gallet!

 

Paco March es periodista, crítico taurino y presidente de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña