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Arroyo-Stephens, un español a contracorriente

También el toreo tiene su música callada como los astros. Y su sonora soledad

José Bergamín

 

Manuel Arroyo-Stephens nació en Bilbao. Setenta y cinco años después, en este agosto oscuro de un año negro, ha muerto en su casa de El Escorial dejando la huella de su indomable heterodoxia.

Estudió Derecho y Económicas. Antes que editor fue librero. Después, escritor.

También fue apoderado taurino, productor cinematográfico —Canciones para después de una Guerra— y redescubridor de Chavela Vargas, proscrita en su México natal. Se la trajo a España a principios de los noventa para que grabara un disco, la prohijara Almodóvar y la cantara Sabina.

En 1971 abrió en Madrid la librería Turner, un referente de la época, por donde se colaban libros prohibidos por la dictadura. Poco tiempo después se sumó Turner English Bookshop, con la que vendía libros en inglés, y en 1973 fundó la Editorial Turner, que mantuvo desde la absoluta independencia y un gusto exquisito, tanto en el catálogo de autores como en la edición.

En ese catálogo procuró un lugar preeminente a José Bergamín, que también fue su amigo. Y esa amistad y su afición taurina le llevó a apoderar al Rafael de Paula.

Gran parte de la obra taurina de Bergamín la editó Turner —también, en 1988, un libro que el paso del tiempo ha convertido en esencial, Los toros, acontecimiento nacional, de Tierno Galván—, empezando por La música callada del toreo (1981), dedicada al genial torero jerezano. Arroyo-Stephens recorrió con Bergamín la geografía taurina española siguiendo a Paula, del que fue apoderado efímero. Muchos de esos viajes compartidos están en dos de sus libros, de poso autobiográfico y con el hilo conductor de la muerte: Pisando cenizas (Ed. Turner, 2015) y La muerte del espontáneo (Ed. Antonio Machado 2019). El primero, que empezó a escribir en 1984, contiene seis relatos que convirtió en homenaje a distintos amigos; el que tiene a Bergamín como protagonista, Región luciente, omite su nombre. Según el autor, «no lo pongo porque no es él, hay cosas que hizo y que no hizo. La memoria es una continua invención, reinventas cuando recuerdas».

La génesis de La música callada del toreo aparece en Melancolía de un torero,  en el que escribe: «Hacía casi un año que Carrero Blanco había volado por los aires […] pocos meses después había ejecutado a garrote vil a Puig Antich […] En aquellos tiempos sombríos de pronto un hombre solo frente a un toro había provocado una borrachera de alegría en diez mil espectadores en una pequeña plaza de toros a las afueras de Madrid».

Arroyo-Stephens fue, como Bergamín, un español a contracorriente.

 

Paco March es periodista y crítico taurino

CUARTO AÑO. NÚMERO ONCE. OTOÑO. SEPTIEMBRE – DICIEMBRE. 2020