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El Puyazo

En mayo del 2018 apareció en El País una viñeta de El Roto en la que aparecía dibujado un torero en medio del ruedo que se hacía las siguientes tres preguntas: ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué estoy vestido así? ¿Quién es toda esta gente? Pretendiendo ser un alegato contra las corridas de toros, este dibujo nos da algunas claves a la hora de afrontar una explicación satisfactoria de lo que puedan ser las corridas de toros y de lo que puedan significar en la actualidad.

 

Ante la primera pregunta —¿qué hago yo aquí?— cabría responder: lo primero de todo, salvar la vida. Puestos en la tremenda tesitura, una vez hecho el paseíllo, al torero no le queda más remedio que intentar salvar la vida con el mayor decoro posible, esto es, sin perder su significación torera. En tauromaquia, salvar la vida lo más decorosamente posible equivale a enfrentar la muerte con naturalidad, gallardía y, a poder ser, con gracia. En semejante trance, el torero deberá echar mano no sólo de su valor, sino también de su inteligencia. Ya lo señaló Bergamín: el ejercicio del toreo es un ejercicio de la inteligencia, por eso los toreros se visten de luces. A partir de ahí tendríamos perfilada la respuesta a la segunda pregunta.

 

¿Por qué estoy vestido así? Traje o vestido de luces; los toreros se han de vestir con las luces de la inteligencia para salir del dilema al que se enfrentan por su propio pie y, si puede ser, con el beneplácito del público. Además, quien viste el traje de luces para enfrentarse a un toro bravo y darle muerte a estoque queda imbuido (gracias a esta singular y bizarra indumentaria) de una cualidad sacerdotal: el torero es el oficiante de un rito, y como tal ha de ir vestido de una forma especial que le distinga del resto de los mortales. En todas las religiones existen ritos, y los oficiantes de los mismos se distinguen del resto de la comunidad, antes que nada, por la vestimenta.

 

Por último, quedaría responder a la cuestión ¿quién es toda esta gente? El Roto ha dibujado la masa informe, la masa gris donde se destacan algunos puntos. Algo parecido debe de ver el torero desde el ruedo. El público es la tercera parte fundamental de la ecuación presente en cualquier corrida: el toro, el torero y el público. Sin público no hay corrida. En los tentaderos, los matadores entrenan y se ejercitan sin la presencia de intrusos. Algunos incluso se visten de luces a puerta cerrada para acostumbrarse mejor a la incómoda vestimenta. Todo esto se lleva a cabo en la más estricta intimidad, ante la presencia sólo de unos cuantos amigos y gente de confianza. Ahí no hay rito que valga: es algo así como una misa sin feligreses. El alzamiento de la ostia sagrada quedaría, pues, desvirtuado. Porque cualquier rito requiere necesariamente de una comunidad. «Toda esta gente» se ha reunido allí para compartir una experiencia en común, para ver cómo un hombre (el «yo» implicado en la primera pregunta) se enfrenta a su destino salvando la vida por medio del enfrentamiento cara a cara con la muerte. He aquí la X a despejar de la ecuación antes mencionada.

 

La viñeta, por tanto, está incompleta. A pesar de que las tres preguntas lanzadas son muy pertinentes, sin embargo, se ha dejado de lado lo fundamental que subyace en todo este asunto: la cuestión de la muerte. Como militante antitaurino que es, El Roto sólo tiene en cuenta la muerte más obvia, la del animal, protagonista principal del rito. Pero, a pesar de lo que quieran pensar los animalistas, no es eso lo que el público de toros va a presenciar cuando acude a una corrida. En la plaza de toros asistimos a una forma muy particular de encarar la muerte. Pero queda un último detalle en esta viñeta que no se nos puede pasar por alto: el torero tiene una cabeza que recuerda a una calavera. ¿Habrá representado El Roto a la mismísima muerte vestida de luces y con la montera perfectamente calada? En esta época de incertidumbre pandémica, ¿será la muerte la que nos está toreando a nosotros?

 

 

El Tato, aficionado impenitente y desclasado

 

CUARTO AÑO. NÚMERO ONCE. OTOÑO. SEPTIEMBRE – DICIEMBRE. 2020