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Lo de Ortega en Linares

Una temporada sin temporada requería la respuesta compensatoria de una faena de plenitud y de esencialidad. Y no la firmó Morante, ni Roca Rey. Tampoco El Juli, Talavante o Pablo Aguado. La faena del año la concibió en Linares el diestro sevillano Juan Ortega.

Las cámaras del Canal Toros acudieron a testimoniarla y sobresaltaron a los aficionados que desconocían la estética y la plasticidad del joven maestro. Ortega siempre ha toreado muy poco y siempre ha toreado muy bien. No tenía tabaco ni recursos para pagarse el vestido, pero estas contrariedades desaparecieron en el ruedo de Linares. Debió de sugestionarle el pasodoble de Manolete, como debió de hacerlo la embestida propicia de un noble sobrero de Juan Pedro.

Y sobrevino la revelación. Ortega se nos apareció en la temporada de la nada. Una faena nuclear, de esencia, de temple, de cadencia. Hondo, puro, Ortega asumía las obligaciones patrimoniales del apellido para enjaezar los muletazos con sentimiento, ligazón y naturalidad. Naturalidad con la izquierda… y con la diestra, porque el torero se deshizo de la espada para cuajar una serie memorable de «derechazos naturales». No hubo aspaviento ni manierismo. Ortega se hundía en las en zapatillas y moderaba el compás. Y se reivindicaba en una tarde de agosto para asombro de la afición local y de los espectadores que asistieron al acontecimiento desde casa.

Una temporada, una faena. Contra la nada, el todo. La plenitud de la tauromaquia en el año más desdichado de la centuria. Porque las plazas han cerrado, igual que otros espectáculos. Pero a diferencia de otros espectáculos, los toros han sido expuestos a la endogamia patológica del «sector» y a la humillación de la política y de las instituciones. Los banderilleros no tienen para comer. Los ganaderos han sacrificado miles de ejemplares. Y la notoriedad mediática de los amores adolescentes de Ponce ha redundado en el gran malentendido de la tauromaquia, lejos de la sociedad y lejos de sí misma, hasta que a Juan Ortega se le rompieron las muñecas y nos devolvió la cordura, la razón y la sinrazón. No se puede torear mejor ni más despacio. Eso. Lo de Ortega en Linares

 

Rubén Amón es periodista y presidente de la Peña Antoñete

CUARTO AÑO. NÚMERO ONCE. OTOÑO. SEPTIEMBRE – DICIEMBRE. 2020