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El Viti, un maestro que toreaba en latín

El pasado 22 de abril tuvimos la fortuna de compartir mesa y mantel en el Club Matador con un torero de época, Santiago Martín El Viti, nuevo socio de Honor de Minotauro. Para la ocasión, acompañaron al maestro su hija Marisa y Leopoldo Sánchez Gil, quien se encargó de glosar su figura en un emotivo y esclarecedor discurso en el que vino a destacar, además de sus innumerables méritos artísticos como gran figura del toreo, su calidad humana.

«Se torea como se es», reza el adagio belmontino ya convertido en tópico. Pero los tópicos lo son, justamente, porque encierran una parte de verdad. Lo de la calidad humana del maestro Viti tuvimos ocasión de comprobarlo por nosotros mismos en la comida con él.

 

En los años en que vestía de seda y oro, su mayestática figura quedó grabada a fuego en la memoria de muchos de los presentes, que tuvieron la ocasión de compartir con el maestro algunos recuerdos entrañables de su niñez y juventud. Los más veteranos, aquellos que tuvieron la fortuna de llegar a verle torear, guardan un recuerdo imborrable de su figura en los ruedos. Por otra parte, aquellos otros que, por edad, no tuvimos ocasión de verle en activo nos hicimos «vitistas» sin remisión por medio de una tradición filtrada y largamente decantada de generación en generación. Sólo los mejores quedan registrados en el imaginario colectivo de la afición.

 

Para la mayoría de los toreros el tiempo juega en su contra, pero no es el caso de El Viti, cuya tauromaquia ha ido ganando enteros, si cabe, con los años. Como ejemplo cabe destacar que en su última etapa José Tomás incorporó a su lacónica tauromaquia el afarolado con la muleta en la mano izquierda enlazado con el pase de pecho, marca registrada del Viti. Los valores —tanto profesionales, como artísticos y humanos—, transmitidos por El Viti siguen estando plenamente vigentes. Es más, están más vigentes que nunca. En cualquier caso, por encima de cualquier otra consideración, cabe destacar su señorío, su saber estar, su categoría, su ejemplaridad.

 

Pulchritudo llamaban los antiguos romanos a la capacidad para crear y disfrutar de la belleza estética, sobre todo la creada por medio de la palabra en latín, cuyo estilo ha de ser adquirido necesariamente a través del estudio de la gramática y la práctica para, al final, llegar a scribere bene et pulchre. Es decir, se trata de escribir no sólo bien, sino también bellamente. Pues bien, cambiemos el ejercicio de la escritura por el de la tauromaquia y tendremos en el maestro Viti (un diestro que toreaba en latín) un ejemplo paradigmático de lo que significa no sólo torear bien, sino también bellamente… y despacio.

 

Otra cualidad a destacar, su generosidad. A pesar de los elogios y agradecimientos por su ejemplo como torero de toreros, El Viti manifiesta en todo momento una palpable y elegantísima refracción a las alabanzas. Al contrario, es él quien se muestra en todo momento agradecido a la afición, a los compañeros (en su recuerdo siempre presentes Paco Camino y Diego Puerta) y, en especial, al toro. «Hubo toros que me obligaron a torear mejor de lo que yo pensaba que podía torear, y por eso les estaré eternamente agradecido», nos dijo El Viti. No cabe mayor muestra de torería cabal.

 

Antonio J. Pradel

Director de Minotauro