
Conviene a la leyenda de Cobradiezmos que su inesperada muerte se produjera en una pelea de machos. Una reyerta de toros bravos, podríamos decir, enfatizando la dimensión antropomórfica de la criatura. No podía agonizar como un anciano el héroe de La Maestranza, ni siquiera cuando las canas caracterizan a los victorinos casi desde recién nacidos. Tampoco se merecía el toro que se ajara su guapura.
Se enamoraron las cuadrillas de Cobradiezmos aquella mañana del 13 de abril de 2016. Y lo hicieron los espectadores cuando lo vieron aparecer por los chiqueros. Lo hubiera pintado Leonardo, lo hubiera esculpido Donatello, pero fue Manuel Escribano quien se arriesgó a enseñarlo. Y no porque consiguiera estar a su altura; la faena transcurrió impecable, justa y emotiva, pero ningún matador del escalafón —de ninguna época— habría vencido la bravura y la nobleza de ese toro de victorino.
Lo que hizo Escribano —y ese fue su gran acierto— fue exponer todas las cualidades de Cobradiezmos. El temple y la casta. La fijeza y la prontitud. El recorrido y la codicia. No es que humillara el toro, surcaba el albero con escrúpulo geométrico. Podría haberse sembrado las semillas de un olivar allí donde Cobradiezmos araba con sus inercias inverosímiles.
Embestía al relentín, le escuché el neologismo a José Antonio Campuzano después de haber desorejado a un victorino en Las Ventas. El ralentí y la lentitud en una expresión híbrida —el relentín— que merecería incorporarse al diccionario de la tauromaquia, igual que cobradiezmos podría figurar entre las nuevas voces del diccionario de la RAE. Cobradiezmos: sustantivo masculino y singular que identifica la plenitud de la bravura en su máxima expresión.
Se lo agradecemos a Victorino Martín, al difunto, al viejo. No alcanzó a conocer un toro de semejantes aptitudes, pero suya es la responsabilidad y el mérito de haberlo soñado, como es mérito de su hijo haber conducido la selección y la crianza hasta los límites estrictos de la perfección.
Cobradiezmos no es el ideal de la bravura porque es la bravura misma. La praxis. La prueba. Y la medida de un asombro cuyo desenlace merecía un destino de excepción. La rutina del indulto predispone el agravio comparativo, de tal manera que la normativa del pañuelo naranja debería restringirse a los acontecimientos extremos y a los paradigmas. Hubiera resultado un atentado contra el patrimonio y contra la cultura sacrificar con un espadazo a Cobradiezmos. Escribano hizo todo lo posible para salvarlo. Y para asentar las zapatillas dispuesto a dejarse husmear la taleguilla en naturales y derechazos de estupefaciente parsimonia.
La propia armonía de las hechuras predisponía el prodigio de las embestidas. Un toro serio y bien armado. Fino de cabos. Bajo y poderoso. Y provisto de una mirada inquietante. Nos ha enseñado el maestro Esplá que los victorinos no tienen ojos, sino escarabajos negros bajo la testuz.
Tuvo clase y pujanza en el caballo. Alegría en banderillas. Y supo Escribano que era inútil esconderse de la fatalidad virtuosa. Cobradiezmos iba a cobrarse la dignidad y el oficio de cualquiera. Por esa misma razón el matador sevillano agarró con tanta fuerza el premio de las dos orejas. Simuladas, claro, porque las originales permanecen expuestas en el trabajo de taxidermia que ha dado lugar al mayor trofeo de Las Tiesas de Santamaría en el Olimpo de la tauromaquia. La placa es un trámite administrativo: Cobradiezmos, ejemplar de Victorino Martín de 562 kilos, lidiado en la plaza de La Maestranza el 13 de abril de 2016 y premiado con el indulto.
El certificado de defunción es otro trámite, un papel insustancial. Murió el toro el 8 de octubre de 2024, a la edad de 12 años, como un soldado imberbe de Troya, pero nació también entonces el héroe y se hizo carne el camino de la inmortalidad. La simiente de Cobradiezmos fertiliza por los siglos de los siglos el linaje de la aristocracia ganadera. Y explica que Manuel Escribano se reencontrara con la progenie del uro en La Maestranza. Resulta que Patatero, lidiado en 2023, surcaba el albero del Baratillo como sólo podría haberlo hecho Cobradiezmos.
RUBÉN AMÓN Presidente de la Peña Antoñete