m
Post Recientes

Paco Ureña: el triunfo de la dignidad

Paco Ureña no es un hombre de atajos. El espíritu de superación de este humilde murciano es digno de admiración. Ha pasado todo tipo de penurias para llegar a ser torero. Temporadas en el ostracismo, promesas incumplidas, negros inviernos sin más futuro que el de una cosecha de brócoli. Desde su triunfo en las novilladas nocturnas de Las Ventas hasta su confirmación de alternativa, pasaron nada menos que ocho años. Ocho largos años de obsesiva persecución de un sueño. Ocho eternos años suplicando una merecida oportunidad.

En agosto de 2013 pudo, por fin, confirmar su alternativa en Las Ventas y hacer el toreo. Si aquella tarde había cambiado su vida, la Feria de Otoño de 2015 terminó de reforzar su confianza. Paco se sintió torero por naturales ante un Adolfo que terminó de abrirle la puerta de las ferias y el corazón de Las Ventas, su plaza.

Paco siguió su camino de búsqueda incansable de la pureza, un camino largo e incómodo que le alejaba de la regularidad. Paco, siempre más pasional que racional, alternaba triunfos con faenas de tandas sensacionales diluidas en planteamientos no tan acertados; o incluso dentro de una misma tanda, pases extraordinarios con otros más atolondrados. Mantenía viva la ilusión de una afición que valoraba que se aferrara cada tarde a la entrega y sinceridad como principales armas.

Esa faena en la que terminara de explotar y le cambiara la vida estaba a punto de llegar, cuando lo que se la cambió fue la cogida de Albacete. En la que ya nos sorprendió antes de entrar a la enfermería pues, ni corto ni perezoso, siguió toreando al toro que le había dejado sin ojo. Las siguientes semanas fueron estremecedoras. Las noticias sólo empeoraban mientras él animaba a familiares y cuadrilla. Nunca dudó, volvería a torear. Fiel a sí mismo, lo haría huyendo de todo sensacionalismo. Las noches en vela sólo las conoce él. Cómo acostumbrarse a esta pérdida de profundidad para entrar a matar. O a los puntos muertos en un toreo basado en rematar en la cadera.

Coherente consigo mismo, anunció su vuelta a los ruedos en Valencia, plaza de primera que le habría contratado sin el morbo de la reaparición pues había sido triunfador con una preciosa faena en su Feria de Julio. Y llegó San Isidro y conquistó Las Ventas con más fuerza que nunca. Por fin abrió su puerta grande en una de las tardes más emotivas que se recuerdan en el foro. Salió lanzado de Madrid sin parar de encadenar triunfos en julio y agosto. Y en septiembre, pese al tabaco de Palencia.

Pero lo mejor ocurrió en Bilbao, que se dice pronto, dando una tarde rotunda de principio a fin. El 23 de agosto de 2019, seis años después de esa tarde que salvó a la persona y cuatro de la otoñal que apuntalara al torero, derribó todos sus límites en una actuación rotunda, extraordinaria, que le catapultó como triunfador de la temporada. De una temporada en la que volver a torear ya era un triunfo en sí mismo.

El inicio de muleta a su primero anunció cante grande cuando enlazó los estatuarios iniciales con naturales que metieron de golpe al público en una tarde de la que ya no saldrían jamás. El eterno natural que surgió de un cambio de mano fue monumental y la guinda perfecta a una faena a más basada en la colocación, la emoción y la profundidad. Se tiró a matar con una rectitud que dejó patente que no quería que se le escapara el triunfo.

Lejos de conformarse, las dos orejas le lanzaron a entrar en quites y cuajarle, en mi opinión, la mejor faena de su vida. Desde sus verónicas o su inicio de muleta por bajo, hasta su estocada. Perfecto, sensacional. Y en el momento justo para reivindicar el toreo, marcando una distancia sideral sobre caminos más efectistas para los que algunos reclamaban el doble triunfo días anteriores ¡Que es Bilbao, señores! Si sus grandes faenas habían sido una mezcla de pasión, pureza, emoción; en esta añadió a su receta mágica ingredientes que nunca fallan como el relajo, la suavidad y la lentitud. Naturales eternos con los que Paco nos reventó a todos los presentes, que acabaron con la plaza en pie y en la que el que no estaba emocionado, estaba mostrando la piel de gallina o directamente dando un abrazo; de los de verdad, de esos que se pegan en el norte, al vecino del que no sabían ni el nombre.

La apoteósica salida a hombros rodeado de jóvenes y sobre un torero de la talla de Jiménez Fortes nos recordó que, con toreros con la dignidad y la pureza de Paco Ureña, tenemos futuro para rato. Porque Paco nunca fue de atajos; ni en la vida ni en el toreo. Y es por ello por lo que su mensaje es mucho más profundo.