
En la desigual corrida del Montepío del año 1929 —un saldo ganadero para la mayoría de los revisteros de la época—, se lidió un toro de bandera: Amargoso, de Albayda (encaste Tamarón). Un toro protestado de salida por chico, que se creció a lo largo de la lidia y acabó entusiasmando al siempre exigente público de la Villa y Corte. Amargosole tocó en suerte —o en desgracia— al diestro más capaz de la época: Marcial Lalanda, que se vio desbordado en la muleta por la bravura picante y nerviosa del Tamarón.
Muchos años después de aquella tarde, justo medio siglo después, Marcial recordaba la bravura de aquel toro en una conferencia pronunciada en la Peña Los de José y Juan. Merece la pena recordar sus palabras, recogidas en la revista El Ruedo: “De los ocho o diez toros excepcionales que he visto en mi vida, el Amargosoaquel fue uno de los que, con su excepcionalidad en todo, ofreció dificultades insuperables. Embestía desde muy largo, como un bólido, frenaba cuando llegaba a mí y corneaba mis movimientos con tanta fiereza que redujo primero mi coraje, después me venció el ánimo y, cuando ni una cosa ni otra me quedó, opté por meterle la espada. Murió sin que nadie supiera lo que el toro podía haber sido y se escribió que era un marrajo, que si estaba o no toreado. Pero yo sé lo que el toro fue: un toro bravísimo, con bravura de la mala, de la que va por el torero al que le falta eso que no se compra en la ferretería: el valor”.
Marcial tenía razón respecto a la excepcional bravura del toro, pero se equivocaba en cuanto a la percepción del público, pues la prensa del día siguiente fue unánime al considerar a Amargosocomo un toro bravísimo, de una bravura con nervio. El diestro de Vaciamadrid comenzó la faena de muleta con un ayudado por alto. Enseguida —evidenciando la herencia gallista— se echó la muleta a la izquierda para torear, como se exigía entonces, en redondo por naturales, pero al segundo muletazo el toro lo arrolló y le pegó un pitonazo en el vientre. Ahí se descompuso Marcial y se acabó la faena.
Quien más insistió en la bravura de Amargoso(insisto en que todos los críticos destacaron su bravura) fue Corrochano en ABC, quien dedicaba casi toda su crónica al toro. También es interesante leerlo: “Se lidió en segundo lugar un toro bravísimo del Marqués de Albayda. Un toro alegre que arrancaba a los caballos en cuanto los veía, estuvieran en el terreno que estuvieran. Un toro de un temperamento y una alegría excepcionales. Fruto de ese temperamento y de su rapidez en la arrancada fue que, no dando tiempo a colocarse a los picadores, de las cuatro arrancadas sólo en dos pudieron pegarle”. Y la queja: “A toro de esa condición se le cambió la suerte con sólo estos cuatro puyazos, que ya hemos dicho por qué quedaron reducidos a dos. El público, que es tan fácil y tan propenso a dar voces ineficaces en los toros, no dio una voz que advirtiera de su error al presidente […] Luego son los lamentos de los toreros y la indignación del público cuando el toro no pasa en la muleta y no se le puede hacer faena”.
Terminaba su crónica Corrochano sentenciando que “lo único que quedará de esta corrida del Montepío de toreros será el recuerdo de Amargoso”. Y tenía razón don Gregorio: cincuenta años después de su lidia, lo recordaba, con cierta desilusión por lo que pudo hacer y no hizo, Marcial Lalanda. Hoy, noventa años después, lo recordamos nosotros. ¡Gloria y memoria a los toros bravos como Amargoso!
José Morente es arquitecto y autor del blog taurino La razón incorpórea.
TERCER AÑO. NÚMERO SEIS. AMÉRICAS. ENERO-ABRIL. 2019