
La Peña Antoñete ha dictado sentencia. Los Premios Minotauro, que se convocaban por segundo año para homenajear a los protagonistas más destacados de la temporada, ya tienen ganadores. El Minotauro al Torero del Año y el Minotauro al Toro del Año: Diego Urdiales y Chaparrito, el toro de Adolfo Martín, que se lidió en la pasada Feria de San Isidro, han sido los elegidos por los socios de nuestra peña. Los dos, toro y torero, representan lo mejor del año taurino. Toman el relevo de Ginés Marín y Hebrea, de la ganadería de Jandilla, que habían sido los primeros ganadores en la temporada anterior. Para ellos será el trofeo creado por Eduardo Arroyo.
El premio al Torero del Año ha sido concedido en esta ocasión al matador Diego Urdiales, que ha llevado a término una temporada de poco valor cuantitativo y de enorme valor cualitativo. Tanto por las plazas de las que salió a hombros —Bilbao en la Semana Grande y Madrid en la Feria de Otoño— como por la pureza, inspiración y rotundidad de una tauromaquia que convierte al torero de Arnedo en una especie a proteger. Según el criterio mayoritario de los socios que componen la Peña Antoñete, de sus muñecas salieron las mejores faenas de la temporada.
En cuanto al apartado ganadero, el Toro del Año ha sido Chaparrito, de la ganadería de Adolfo Martín, lidiado por el torero Pepe Moral en la Feria de San Isidro del año pasado. Chaparritofue el toro de la Feria, dentro de un ciclo en el que salieron por la puerta de chiqueros grandes toros. Entre todos ellos, el magnífico ejemplar de Adolfo Martín destacó por su bravura en los tres tercios; en la muleta, a pesar de las dificultades propias de la bravura que presentó para su matador, ofreció embestidas de gran calidad. Chaparrito, haciendo honor a su estirpe, embistió largo, templado y por abajo. Fue un toro completo, extraordinario de principio a fin.
De nuevo en esta segunda edición, los Premios Minotauro pretenden destacar los valores de la Fiesta a través de sus protagonistas, en especial aquellos toros y toreros que han logrado transmitir en su grado máximo la emoción —elemento sustancial de este espectáculo— a los tendidos.
Para las votaciones se tuvieron en cuenta distintos criterios a la hora de valorar la elección de la terna del año, que, junto a Urdiales, estuvo completada por los diestros Julián López, el Juli, y Andrés Roca Rey. El Juli ha consumado, probablemente, la que para muchos ha sido la mejor temporada de su carrera. No tanto por las estadísticas, sino por el salto de calidad en su forma de interpretar el toreo, expuesto brillantemente con el indulto a Orgullito, de Garcigrande, en Sevilla, y con el faenón que realizó con la mano izquierda al toro Licenciado, de Alcurrucén, en San Isidro. El vigésimo aniversario de su alternativa ha coincidido con la plenitud de su tauromaquia. Por su parte, Roca Rey se ha convertido esta temporada en una figura del toreo en todas las acepciones: forma y fondo, raza y talento, valor y calidad, personalidad y arrogancia. El peruano es la figura del toreo de nuestro tiempo. Arrollador, carismático y triunfador de casi todas las ferias y en las grandes plazas. Su tauromaquia ha madurado de la temeridad a la integridad. Y ha predispuesto un fenómeno taurino y social hasta el extremo de convertirse en un fenómeno taquillero y trasatlántico, como no sucedía desde los tiempos de Rincón o José Tomás.
En cuanto a los toros, junto a Chaparrito, la corrida ideal de la temporada sería la compuesta por Rosito (Núñez del Cuvillo, lidiado por Roca Rey en la Feria de Valencia), Orgullito (Garcigrande, lidiado por el Juli en la Feria de Abril de Sevilla y que fue indultado a petición popular), Ombú (Juan Pedro Domecq, lidiado por Luis David Adame en San Isidro), Cuba (Puerto de San Lorenzo, lidiado por Paco Ureña en Pamplona) y Laminado (Fuente Ymbro, lidiado por David Mora en la Feria de Otoño). Estos seis astados, tanto por la bravura demostrada en el ruedo como por las francas posibilidades de triunfo que ofrecieron con sus exigentes y magníficas embestidas a sus respectivos matadores, componen la corrida soñada en 2018.
Los Premios Minotauro quieren destacar los valores esenciales de la Fiesta, eligiendo cada año a los protagonistas que han sabido transmitir mejor la verdad de la tauromaquia, más allá de las modas o la estrategia de las empresas. El estilo que representan los ganadores de estas dos primeras ediciones marca muy claramente esa dirección.
El trofeo del Premio Minotauro es un grabado original de Eduardo Arroyo, uno de los artistas plásticos más destacados de nuestro país, miembro fundador de la Peña Antoñete, que nos dejó el pasado año. Este número de Minotauro también es un homenaje al maestro Arroyo.
TERCER AÑO. NÚMERO SEIS. AMÉRICAS. ENERO-ABRIL. 2019