m
Post Recientes

Sevilla y Madrid, Madrid y Sevilla

Dos formas diferentes de vivir una tarde de toros:Real Maestranza de Caballeríao Las Ventas. ¡Qué sería del toreo sin vosotras!A cuántos toreros ha consentido la primera y a cuántos ha medido la segunda. Y rescatado del ostracismo también. Coqueta y presumida una; monumental e imponente la otra. Educada una; irreverente la otra. O cruel con sus silencios de dura indiferenciauna;y pasionalmente entregada la otra. Obsesionada con la armonía y suavidaduna; con la geometría y la colocación la otra. Clasista la primera; más popular la segunda. Sueño de los toreros una; pesadilla de muchos la otra. Feria de Abril y San Isidro. Canorea y Chopera (¡qué diferencia con los actuales mercaderes del templo!). Fino y vermú. Triana y Santa Cruz.Latina y Chamberí. Domingo de Resurrección y Beneficencia. Orillas del Guadalquivir y el Batán. Curro, Paula y Manzanares o Antoñete, Curro (el “nuestro”, Vázquez) y Joselito. Pepe Luis y Antonio Bienvenida. Juan Pedro y Victorino.

Trincherazo y doblón. Diferentes matices que convergen en lo fundamental: verónica, natural y suerte suprema ponen de acuerdo a ambas. Pero,¿de verdad son tan irreconciliables sus formas de ver el toreo? ¿No es Miura santo y seña del abono sevillano o no se enamoraron de la embestida de Cobradiezmos, aquel Victorino histórico? ¿No ha lanzado Las Ventas al sevillano El Cid,o ha apadrinado a toreros como Luis de Pauloba o Fernando Cepeda cuando su tierra los había olvidado? ¿No ha tratado mucho mejor la Maestranza a uno de los mayores maestros en variedad de encastes, tan madrileño como El Fundi? ¿No ha tocado Morante el cielo por verónicas aquella histórica tarde en Las Ventas? Diez San Isidros después, unos cuantos seguimos pidiendo su vuelta al ruedo antes del cambio de tercio. Todavía duran.

Casi todos los toreros han tardado más en conquistar una que la otra, pero casi todos los grandes han acabado rindiendo a ambas. Madrid sigue siendo la plaza más importante del mundo, aunque el cambiante criterio del palco no siempre esté a la altura. Y del público. En todas las plazas se empieza a observar un fenómeno de doble vara de medir dependiendo de si hay media entrada o “no hay billetes”. La pre-feria no es como la semana de feria, con su sábado como cenit depúblico festero; pero,en Madrid,la diferencia entre tardes domingueras con el público “bien regado” (ya no digamos si llueve y/o si el toro ha manseado en el primer tercio) y la dura exigencia en tardes de ganado imponente y mucho hormigón empieza a ser esquizofrénica.

Y sí, por mucho que nos gusten ambas, ninguna es perfecta. Por qué no decir que en Sevilla empiezan a confundir amaneramiento con duende. Eso no es barroquismo,sino cursilería. Algo parecido ocurre en Madrid, cuando quieren convertir en adalid de la técnica al basto gladiador. Brusquedad y poder son antónimos, cátedra. O en valiente al kamikaze. Y qué dura es luego Las Ventas cuando se ceba con toreros que ha catapultado previamente sin mucho fundamento.

A Sabina le robaron hace unos años el mes de abril. Vamos, que le dejarían sin feria. Desesperado sigue el hombre buscando al culpable. Porque Sevilla en feria es el mejor lugar del mundo. La alegría hecha ciudad.

No es lo mismo ir a los toros al salir de trabajar a la carrera y contestando mails entre toro y toroque,después de haber bebido medio Sanlúcar y buena parte de Jerezy haberbailado todas las sevillanas que nos hayan dejado, llegar entre coches de caballos y con tiempo suficiente para tomar un “piripi” en la Bodeguita Antonio Romero. O un mollete de “pringá” en la Bodeguita Romero. En Sevilla uno empieza la tarde con dos orejas y rabo en el esportón.

La Maestranza es preciosa. Es un placer elevar la vista del ruedo y disfrutar de esa Torre del Oro y de esa Giralda asomándose al balcón de la grada de Sol. Para los toreros,una tarde en la Maestranza es una recompensa a tanto sacrificio. La afición está muy pendiente de lo que pasa en el ruedo y es capazde cantar un detalle entre lo vulgar. Sus silencios, su música y los olores de Sevilla en abril ponen el resto.

Madrid es majestuosa; imponente. Sus atardeceres dejan un juego de luces y sombras espectacular. Qué particular es ese runrún en el momento del brindis cuando se intuye faena grande. Qué difícil es ver una gran faena en Las Ventas y qué inolvidable para el que la vive. La pasión se desata de una forma que roza la locura. Bendita locura. Esos “oles”roncos que la acompañan ponen la piel de gallina hasta al que vende palomitas. Ojalá no se pierdael rito entre tanto invento. Que no, que San Isidro no tiene nada que ver con el Mundial, qué desfachatez.¡Es mucho más que eso! Cualquier día nos comparan la goyesca del Dos de Mayo con la SuperBowl.

Madrid sigue siendo castiza.También,frenética y canalla;es pura dinamita. Y esose traslada a Las Ventas. Si a la Maestranza uno llega de la feria, en Madrid uno puede acabar celebrando una faena entre chocolates con churros y bocadillos de calamares tras noches tan interminables como surrealistas.

San Isidro es una montaña rusa. Qué difíciles son los días previos para los que se anuncian. No es sencillo conseguir la gente que entre en la faena. Bien porque unos entienden que han de tomar partido entre toro o toreo,y se toman tiempo sopesando en qué bando alistarse (¡qué injusta es esta plaza con los toreros que lucen el toro!); o porque hay gente que desconecta rápido, inmersos en las conversaciones más variopintas; o porque desde sus diferentes alturas se pueden apreciar matices diversos que dificultan el consenso; o, también, porque hay mucho doctor sin cátedra que confunde al personal entre voces y palmas de tango.

Madrid y Sevilla tienen su tipo de toro. Clase contra transmisión. Más armónico y bonito, al menos para el torero, en Sevilla. Más imponente y con más variedad de encastes,en Madrid. Fuera de feria, no pasan por su mejor momento. Ojalá se recuperenla importancia de fechas como el Corpus o el Pilar en Sevilla y las corridas de toros interesantes en el verano venteño, que últimamente es un despropósito. Estamos a un paso de que, al irse aburridos tras el segundo toro, los chinos compadecidos tiren unos cacahuetes a los pacientes aficionados estivales, cual animal de extinción en zoológico.

Entonces, ¿es usted más de pescado o de carne?A mí deme una chuleta de buey a la brasa para comer y un buen pixín alangostado para cenar, que con semejante dieta me va a tener decidiendo durante un mes. Pues eso, ni Sevilla es tartar de aguacate con no sé qué intento de reducción emulsionada, ni Las Ventas un trozo de panceta cruda. Al que le gusta lo bueno, disfruta con los matices de ambas. Y le entra cierto hormigueo en el estómago cada vez que las pisa.

Nos hartamos de oír que “un buen aficionado es al que más toreros le caben en la cabeza”; yo creo que es al que le caben más plazas, o más formas de entender y disfrutar este maravilloso arte. De esta “Galia” dentro de lo políticamente correctoy del molde preconcebido en el que nos quieren encajar a la fuerza para imponernos lo que nos ha de gustar y lo que no. Muchas veces me pregunto qué busco cuando voy a una corrida de toros,y creo que se resume en dos palabras: duende y autenticidad. Ese cosquilleo en la barriga; esa piel de gallina; esa emoción desbordada. Integridad y pureza. O,en cierta medida, una vuelta a los orígenes. Ya no sé si de la especie humana o mía, cuando de niño entraba impresionado a la plaza de toros de la mano de mi abuelo.

Tanto en Madrid como en Sevilla, en la Maestranza y en Las Ventas lo he encontrado. Como en dos polos realmente antagónicos, estos sí, como Ronda o Pamplona. Imposibles de entender y disfrutar sin su contexto. Ronda es una auténtica maravilla; una máquina del tiempo que te transforma cuando la pisas. En San Fermín se respira toro a todas horas. Que menudo toro. Y menuda Fiesta. Si uno desayuna albóndigas de Marcelo con nuestro querido Chapu tras el encierro, entiende que se dejen los pulmones proclamando que siguen siendo los reyes cada tarde. Como entiendes que los de Bilbao se consideren el centro del mundo cuando vives su Semana Grande. El punto medio entre todas ellas. Quizás, la más ecuánime. Sobria y exigente, que no intransigente.

Podemos seguir hablando desde la dosis de autenticidad de una tarde en una plaza de talanqueras o de intensidad de una en Francia, pero la temporada 2019 ya ha comenzado. Que Dios reparta suerte…, y a nosotros nos désalud para disfrutarla de feria en feria.

 

Fernández-Kelly, Aficionado. Abonado de andanada del 9 en Las Ventas.

TERCER AÑO. NÚMERO SIETE. FERIAS. MAYO-AGOSTO. 2019