m
Post Recientes

En Córdoba se hizo el toreo

Cuando Juan Ortega se asienta, un calambrazo recorre el tendido. Su pureza, naturalidad y hasta cierta fragilidad le dan a su toreo una personalidad que cala hondo. Sin llegar a redondear, dejó en Córdoba apuntes como para mantener muy alta la ilusión del aficionado.

Con el capote destacó por verónicas, que interpreta como los elegidos, y en un quite por chicuelinas extraordinario, dándole un vuelo al capote y una armonía a su movimiento en las antípodas de la brusquedad y los quiebros a los que estamos tan acostumbrados. Con la muleta, cuando terminó de cogerle el aire a su primero, pintó carteles de toros por naturales. Qué izquierda. Dando el pecho, suavidad en el cite, encajada la figura y rematando en la cadera y por abajo. Los pases de pecho y el toreo a dos manos los borda. Una maravilla.

Como muestra de agradecimiento —o de veneración, quizás—, le brindó su primer toro a Morante, cuya disposición parece otra cuando comparte cartel con los discípulos de la escuela sevillana, por diferentes que sean sus palos. Excepto con la tizona. ¡Menuda lección de toreo dictó en Córdoba el genio de La Puebla!

Morante es mucho más que uno de los mejores intérpretes del toreo a la verónica de la historia, que ya es muchísimo. Alejado de inventos, rupturas o innovaciones, ha conseguido crear un estilo único tras estudiar, hacer suyos —sin caer en la imitación— y fundir diferentes referentes del toreo clásico. Dejó clara su actitud pegando medias de cartel cada vez que tuvo ocasión; plantando cara a su áspero primero; o «quitando» literalmente del caballo por sensacionales verónicas al segundo, marcándole así el camino, y la jerarquía, a Juan Ortega.

Al tercero lo cuajó en tandas de derechazos y naturales de mando, hondura y ajuste; soberbios. Faena de poder y estética a un toro exigente. Bien pareció un homenaje a su idolatrado Gallito. Como impregnado de sus formas por portar su montera, nos lo recordó también en adornos y en un precioso desplante final que nos transportó por un momento a la edad de oro.

Y en el quinto…, el duende. Se sacó el toro a los medios en un inicio torerísimo. Qué manera de andarle a los toros. Su naturalidad en la cara del animal, su empaque y temple en derechazos y naturales y el pellizco en los remates habían puesto la plaza en pie antes de un apoteósico final. Derechazos a pies juntos y hasta personalísimas manoletinas como homenaje al Monstruo en su tierra. Probablemente nunca se hayan visto unas manoletinas con tanta gracia. Tras unir Sevilla y Córdoba acabó por Triana; más que del tercio a los medios bien parecía que estaba cruzando al toro por su puente en unos arrebatados ayudados por alto en los que toreaba todo el cuerpo y que acabaron con ambos, toro y torero, totalmente entregados en el centro del ruedo. O de la plaza del Altozano. Qué intensidad en menos de diez minutos. Morante en estado puro.

Qué necesidad teníamos los aficionados de sentir el toreo.

 

Fernández-Kelly  es aficionado y abonado de andanada del 9 en Las Ventas

QUINTO AÑO. NÚMERO DOCE. INVIERNO. ENERO – ABRIL. 2021