CRÓNICA DE UN AÑO
Durante el invierno, la afición taurina a este lado del Atlántico se dedica a repasar lo más destacado de la última temporada mientras se aventura a pronosticar lo que sucederá en la próxima. Casi siempre los deseos se confunden con la realidad —ese peto impenetrable contra el que nos topamos una y otra vez—, pero no deja de ser cierto que el obstinado aficionado a los toros se alimenta de ilusiones que muy pocas veces, por no decir casi nunca, toman cuerpo para verse finalmente reflejadas en el ruedo. Por el momento, esperando ya que llegue la primavera, y con ella las primeras ferias del año, aguardamos las noticias que vienen de la América taurina.
Echando la vista atrás, si algo ha quedado demostrado a lo largo de esta última temporada es que Roca Rey es el matador que está llamado a mandar en los próximos años. Es el único que en el 2018 mantuvo el ritmo de principio a fin en todas las ferias importantes. Además, este último año ha dado una nueva dimensión apuntando lo que puede llegar a ser: un torero más largo y profundo de lo que se podía vislumbrar cuando tomó la alternativa en el 2015.
El problema de cara al futuro más próximo es que, al menos por ahora, Roca Rey está solo en este recién alcanzado mando. Ginés Marín no ha dado el paso al frente que se esperaba de él después de la temporada 2017. Por su parte, Álvaro Lorenzo surgió con fuerza este pasado año abriendo la Puerta de Madrid a comienzos de temporada, pero luego se fue diluyendo. En cualquier caso, hay que esperar a estos jóvenes matadores y tener paciencia, pues de ellos (junto con otros de la misma generación) depende en gran parte el futuro de la Fiesta. Al que no hay que esperar porque ya está en lo más alto es a Roca Rey, que sale a triunfar cada tarde que se viste de luces. Puestos a exigirle como figura que ya es por derecho propio, al torero peruano habría que demandarle que abra el abanico de ganaderías a las que se enfrenta. En su mano está el tipo de mando que pretende ejercer en la Fiesta de ahora en adelante.
No obstante, Roca Rey puede tener un grave hándicap a la hora de mandar de verdad en esto: estar apoderado por una empresa. Un torero con tanta proyección debería ir por libre. Como es lógico, la empresa que apodera a un torero lo utiliza para defender sus propios intereses, por encima de los del matador. En los últimos meses se viene hablando mucho en los corrillos taurinos del “sistema”, que es algo así como Dios; nadie (o casi nadie) lo ha visto, pero muchos son los que aseguran que existe. En este sentido, es triste comprobar cómo algunos toreros punteros del escalafón, algunos taurinos más o menos advenedizos y algunos periodistas con mucho poder e influencia hasta hace poco tiempo, despotrican ahora contra el sistema, justo cuando ese mismo sistema los margina dándoles de lado. Pero, ¿existe realmente el sistema? La respuesta depende, como siempre en estos casos, de a quién se le pregunte.
Un hecho muy destacable en la temporada 2018 ha sido la constatación de que las llamadas “corridas duras” vienen siendo estoqueadas en muchas ferias por una serie de toreros relativamente nuevos, de gran capacidad y, en algunos casos, de gran calidad. Estamos hablando de Octavio Chacón, Pepe Moral, Javier Cortés y Emilio de Justo. Matadores todos ellos que, por su calidad y suficiencia lidiadora podrían tener cabida en cualquier cartel con garantías pero que, además, son capaces de torear muy bien a toros difíciles y complicados. Ojalá no haya que cruzar los Pirineos para comprobar su progresión; se les espera con ilusión y ganas de verlos más en el 2019.
La ilusión y las ganas es justamente lo que parecen haber perdido una pléyade de toreros que da la impresión de estar de vuelta, por no decir en franca decadencia. La generación de matadores que tomaron la alternativa hace aproximadamente doce o quince años (los Castella, Perera, Manzanares…), salvo sorpresa, dan muestras de estar en la cuesta abajo de su trayectoria. Enrique Ponce (a pesar de algún esfuerzo destacable) y el Juli (a pesar de su gran inicio de temporada con el indulto de Orgullito, de Garcigrande, en Sevilla) son hoy por hoy maestros consagrados que ya han dicho en el toreo todo lo que tenían que decir. Dejarán alguna lección magistral en los próximos años, pero su época de esplendor ya ha pasado. Estamos, por lo tanto, a las puertas de un cambio generacional necesario e inevitable.
Por último, se hace imprescindible destacar el impactante y clamoroso triunfo de Diego Urdiales al final de la temporada pasada. Olvidado, maltratado y ninguneado por las empresas que manejan el cotarro, le bastó salir por las puertas grandes de Bilbao y Madrid para demostrar rotundamente, con la extraordinaria y contrastada calidad de su toreo, que es un torero imprescindible en todas las grandes ferias y en los carteles más rematados de cada ciclo. Si Morante, a día de hoy, es el torero más artista (que lo sigue siendo), Urdiales es, sin lugar a dudas, el más puro, el que en la actualidad practica el toreo más caro y difícil de ver.
Un apunte para finalizar: entre este selecto grupo de toreros exquisitos para paladares exigentes, no podemos dejar de mencionar a Pablo Aguado y Juan Ortega, a quienes nos gustaría ver durante el 2019 en las plazas de primera categoría; eso sí, siempre y cuando el sistema no lo impida. Eso, como el tiempo, está por ver.
Antonio J. Pradel, licenciado en Bellas Artes, es ensayista. Es director de Minotauro.
TERCER AÑO. NÚMERO SEIS. AMÉRICAS. ENERO-ABRIL. 2019