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Barrenero

El mismo año de Bravío, se lidió en Madrid otro toro de bandera, Barrenero. Fue el 29 de mayo de 1919, día del debut como ganadero del marqués de Albaserrada.

Cogido el pundonoroso Cocherito de Bilbao,Rodolfo Gaona, director de lidia, tuvo que apechugar con cuatro toros, los dos suyos y los dos del Cochero, puesto que en aquella época el trabajo no se repartía como se hace ahora.

Uno de esos cuatro toros, el quinto para más señas, se llamaba Barrenero,y estaba señalado con el número 11. Era cinqueño, de pelo negro bragao, largo, hondo, con dos cuernos grandes y afiladísimos. Un toro bravo, ágil, lleno de nervio y movilidad y con mucho poder. Nada más salir de chiqueros se fue como un rayo hacia uno de los caballos, metiendo a jinete y montura de cabeza en el callejón. De un derrote seco, levantó todo un lienzo de la barrera de pilar a pilar. Con un brío y una furia pocas veces vista, tomó siete varas, dio siete caídas y mató a tres caballos. Barrenero llegó bravo a banderillas y muy bravo llegó al tercio de muleta, que no tercio de muerte, pues Gaona —a quien le tocó para su desgracia— no pudo con él y no consiguió matarlo.

El enfado del público —parte del cual había pedido el indulto tras el tercio de varas— ante el breve y desconfiado trasteo de Gaona fue monumental, y la bronca una de las más tremendas oídas en  aquella vieja plaza de Madrid. Tanto, que el diestro de León de los Aldamas tuvo que dejar solo al toro instalándose a lo lejos, en los medios, allí donde las almohadillas no podían alcanzarlo, para esperar los tres avisos. Como diría años después en propio Gaona: «Vi que la situación no tenía remedio. Por momentos esperaba el botellazo que me diera en la cabeza y me tendiese sin sentido y a merced de Barrenero, y opté por plegar la muleta y colocarme en el centro del ruedo. Hasta allí no llegaban los cojinazos y sólo veía los rostros coléricos, los brazos que se tendían amenazadores. Yo veía a muchos espectadores con intenciones de bajar al ruedo para agredirme, y no me moví de los medios, que era el lugar mas seguro». Cuando sonó el tercer clarín intentaron devolver al toro a los corrales, pero al no conseguirlo —todavía no había nacido Florito— se le apuntilló en el callejón, justo frente a la localidad que ocupaba el ganadero en el tendido 10.

En su biografía Mis veinte años de torero,el diestro mexicano añadía: «No voy a tratar de justificarme. Hice mal. Es un borrón que tengo en mi carrera. Relato cómo fue y por qué lo hice. Claro que mi deber me obligaba a matar a ese toro. Pero nadie podrá negarme que no estaba obligado a desafiar un peligro mayor, como era que me derribaran de un cojinazo delante de un bicho de tanto peligro como aquel. Fui criticado rudamente. Mis enemigos se dieron vuelo. Nadie tomó en consideración la actitud del público para conmigo. Y no se dijo que Barrenero había distado mucho de ser un toro de bandera y no que lo comenzaba yo a torear como se torea a esos toros broncos que conservan poder: quitándoselos a fuerza de doblarlos con la muleta, con mucho castigo…».

Pensara lo que pensara Gaona años después, al público de Madrid y a la mayor parte de la prensa de la época, el toro si le pareció de bandera, por eso las mulillas le dieron dos vueltas al ruedo a paso lento, en honor a su bravura y entre los aplausos de los entusiasmados espectadores.

Después de aquel sonoro fracaso, Gaona ya nunca volvió a torear en la plaza de la Corte. Al año siguiente, tras la muerte de Joselito el Gallo, dejó de torear en nuestro país, aunque todavía disfrutó de un lustro glorioso de máxima figura en su patria. Aquí volvió años más tarde como espectador.

Aquella corrida fue muy dura. Al marqués de Albaserrada le había endosado la ganadería su hermano, el conde de Santa Coloma, a quien el cruce de sus nobles reses ibarreñas con las yemas de Saltillo no le había convencido por el exceso de picante. Para el debut, el marqués había elegido un encierro de excelente presentación, con mucho trapío y con mucha edad —cuatro fueron cinqueños— y que sacó bravura, mucha bravura, poder, mucho poder, y nervio, mucho nervio. Una combinación explosiva —la bravura con picante— que trajo de cabeza a los tres toreros: a Cocherito,cogido por el primero, a Gaona, desbordado por Barrenero, y a Saleri, que también escuchó el tercer aviso mientras su toro —el tercero— caía herido mortalmente de un golletazo. El cruce de Saltillo con Santa Coloma sacó un picante que todavía hoy se mantiene en las ganaderías de este encaste: de origen Albaserrada son los toros de Victorino Martín, y creo que con eso está todo dicho.

Barrenero fue de esos toros —ya lo predijo en su reseña el gran crítico Barbadillo— que se recuerdan años y años. De hecho, todavía hoy, cien años después, está en nuestra memoria.

 

José Morente, Arquitecto y autor del blog taurino La razón incorpórea.

TERCER AÑO. NÚMERO OCHO. OTOÑO. SEPTIEMBRE-DICIEMBRE. 2019