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Una revolución urgente

Los aficionados estamos disfrutando con la madurez de toreros veteranos en plenitud, nos ilusionan varias promesas que podrían romper si se les cuida, admiramos la cantidad de toros bravos que están saliendo por chiqueros y no damos crédito al aluvión de gente joven que se acerca a las plazas. ¡Ni en sueños lo podíamos imaginar hace unos años! Sin embargo, el número de kilómetros que hemos hecho este verano está en mínimos. Y es que, pese a tener todos los mimbres los empresarios taurinos, salvo honrosas excepciones, no parecen estar a la altura de las circunstancias.
Con una gestión arcaica y sin la mínima ilusión se fueron sucediendo presentaciones de ferias casi por obligación. Como quien «busca a Wally», nos las vimos los aficionados para encontrar algún cartel ilusionante entre tanto adjetivo vacío con el que intentaban dárnosla con queso los portales —ya exclusivamente— de publicidad taurina. Las cortas ferias quedaban condicionadas por las despedidas y corridas mixtas sin competencia; nombres barajados sin coherencia; carteles mano a mano sin más sentido que el ahorro de costes y, de forma no tan generalizada pero preocupantemente al alza, la moda de las corridas de disfraces (pinzonianas, magallánicas, goyescas, picassianas). Era difícil esquivar la presencia generalizada de toreros muy alejados de su mejor versión a los que ya sólo les queda el nombre y la comisión del apoderado que acumula plazas como empresario, acomodados bajo su paraguas sin la más mínima motivación, pues sus triunfos no van a reportarles aún más contratos, ni mucho menos dinero en esas manos. Lo grave no es sólo restar atractivo al cartel, sino ocupar puestos que deberían recompensar méritos de toreros que no entran en ese juego o de jóvenes que intentan hacerse un hueco. No puede ser que los novilleros con condiciones se fijen en los Diego Urdiales, Juan Ortega, Borja Jiménez, Emilio de Justo o Paco Ureña como referentes por haber conseguido sobrevivir al ostracismo sabiendo que ese será su destino en cuanto tomen la alternativa. El banquillo curte y brega, pero sus casos son un milagro, nunca el camino natural del siguiente escalafón.

En definitiva, que los aficionados viajemos menos lo agradecen en casa y en el banco, el drama es ofrecer tan pobres argumentos a una generación que se acerca en masa buscando alicientes para aficionarse. Como lo es ver algunas plazas con solera que sólo abren sus puertas en ferias reducidas a la mínima expresión.

Siendo justos, la situación de estas plazas no es nueva, sino la conclusión de un proceso degenerativo que llevamos sufriendo ya unas cuantas temporadas en las que la tónica general fue la de hacer números con luces cortas. En vez de trabajar e invertir, parece más simple calcular cuántos aficionados hay en la capital de provincias de turno, ponerles un precio desorbitado atizándoles cual cliente cautivo y hacer números contando con ese tercio de entrada bien cobrado para apretar a ganaderos y toreros ante la excusa de su poco tirón. Y en esa ecuación siempre mejor meter toreros con más nombre que caché para enganchar a aficionados ocasionales, que acabarán por dejar de venir ante el caro y pobre espectáculo que suele acompañarse de una descuidada selección del ganado. El caldo de cultivo perfecto para que cada pocos años argumenten que es mejor reducir otra corrida para concentrar los carteles de interés en menos tardes, aunque sigan diluyendo su interés, y así volver a la casilla de salida reduciendo otra tarde en cuanto puedan.

Hay que reconocer sus dotes para liar al político de turno hasta en las plazas más exitosas, como en el caso de Las Ventas con la nueva política de precios. Era razonable el argumento de que los carteles de figuras no costaran lo mismo que los de toreros humildes y esa diferenciación de precios parecía coherente con los llenos de unas tardes y el cemento de las otras ¿Quién iba a oponerse a más ingresos que disfrutaban los reventas en unas y más promoción en las otras? La primera sorpresa fue que ninguna corrida bajó de precio, sino que los carteles más humildes lo mantenían mientras que las otras lo multiplicaban. Les duró una feria la historia, pues como por arte de magia ahora todas las tardes vuelven a costar lo mismo en la taquilla, dilapidando así el argumento inicial: entre el doble y el triple que originalmente —excepto para el abonado—, igualando de esta manera todas por arriba, desincentivando aún más los carteles humildes, dejándolos con un aspecto desolador en los tendidos. Como si hicieran los números pensando ya exclusivamente en freír a los cientos de turistas que van a acudir el domingo de turno cueste lo que cueste como parte del paquete junto con la paella, el Bernabéu y el tablao… y no volver en la vida ¡Da para un caso de estudio en Harvard!

Lo siguiente será acabar con esa cantinela de la plaza de temporada. La culpa nunca será de la horrible programación veraniega ni de los nuevos precios. Al tiempo.
«Jugador de chica, perdedor de mus» aplica a cualquier sector con una mínima competencia, que esa es otra. El reto de cualquier empresario con ambición es hacer los números con plaza llena, luchar por conseguirlo con precios atractivos y promoción explicando que los toros y toreros que acartelas, aunque suenen menos al público ocasional les van a llenar mucho más; que al aficionado le haga ilusión —y se pueda permitir— llevar a su familia y amigos. No digamos ya estudiar su mercado para fomentar nuevas fechas o complementar la oferta con fuentes de ingresos atractivos que permitan cerrar carteles del máximo interés. Trabajar mucho, tener paciencia e invertir pensando también en el largo plazo y no en recoger antes de sembrar.
Si ni el cliente que pasa por taquilla está en el centro de su estrategia, analizar otros conceptos al orden del día en cualquier otro sector parece ciencia ficción. ¿Cómo hablar del impacto en la comunidad a esos empresarios que no pisan la ciudad de turno más que por su feria o de cuidar una relación beneficiosa para ambas partes con proveedores con el trato que dan a los ganaderos?
¿Qué es eso que decía usted de la Responsabilidad Social Corporativa? Por no hablar del escandaloso conflicto de intereses. ¿Se imaginan una empresa en la que el gerente contrate un proveedor que representa él y por el que cobra? No hay código de ética que resista la figura de apoderado-empresario ni el juego de cambio de cromos entre ellos. En los pocos casos en los que son dueños del inmueble poco podemos hacer. Sin embargo, la mayoría son de propiedad pública y ahí sí debemos exigir responsabilidades. Es inaceptable que en la subasta en la que se han convertido la mayoría de adjudicaciones queden naturalmente eliminados los pocos que no entran en este juego al no poder ofertar las sumas a las que los otros llegan a costa de esos esquemas que redundan en la calidad del espectáculo; o el círculo vicioso por el que quedan automáticamente eliminados otros tantos al no poder acreditar experiencia por no tener forma de entrar en la rueda. Como también parece lógico exigir concursos con certidumbre en el largo plazo para incentivar la inversión, pues hemos visto cómo alguna plaza resucitada gracias al esfuerzo de algún romántico vuelve a manos de los de siempre en cuanto huelen dinero rápido para volver a dejarla tiritando.
Dentro de este negro panorama hay maravillosas excepciones, con aficionados que se sienten identificados con sus plazas gracias a una gestión que les involucra y escucha, que premia los méritos de toreros y ganaderos, que cuida todos los detalles de su plaza y que invierte mucho tiempo en seleccionar toros dignos de su nivel. Es precioso disfrutar de su ambiente, en el que se mezclan los orgullosos aficionados locales con los foráneos que acuden acompañados de amigos a los que enseñar el milagro. Desgraciadamente, a Dax o a Azpeitia le separan mucho más que un puñado de kilómetros de San Sebastián; es directamente otro mundo.
En una charla organizada por la peña «Los de José y Juan» en Las Ventas, André Viard lanzó el guante a los abonados para que se unieran a modo de comisión francesa que defendiera realmente sus intereses. Pese al atractivo de la utópica propuesta, no creo que ese exitoso sistema pueda funcionar en ciudades grandes y menos en una plaza con la importancia y complejidad de Las Ventas, en la que se necesitan empresarios de primer orden, que con legitimísimo ánimo de lucro desarrollen las claves de su éxito. Lo que sí debemos hacer los aficionados es reclamar a las administraciones que cambien los criterios de adjudicación de las plazas, así como que se facilite la entrada de empresarios de otros sectores, pues cada vez que alguno empujado por su afición se anima pensando en aportar parte de su conocimiento y experiencia, le acaba faltando tiempo para salir corriendo con lo que ve.

En un mundo en el que triunfan espectáculos insulsos gracias a empresarios con hambre y visión, acompañados de brillantes gestores, no podemos seguir dejando caer plazas ante semejante desidia. La ola de gente joven atraída por los toros es la mejor noticia para el sector en décadas y una oportunidad que no podemos dejar escapar. La renovación y revolución en el empresariado taurino es urgente.

FERNÁNDEZ-KELLY es aficionado y abonado de andanada del 9 en Las Ventas