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El mito de los jóvenes

Hace cuarenta años, el 19 de noviembre de 1978, Joaquín Vidal —el mítico escritor y crítico taurino— encendía las alarmas sobre la relación entre jóvenes y toros en las páginas del diario El País, donde escribió que si se planteaba “una encuesta por todo el país con la pregunta, dirigida a los menores de treinta años, ‘¿le gustan a usted los toros?’, seguramente dará una respuesta mayoritaria y rotunda: ‘¡No!’”. Pues resulta que —aunque la afirmación de Vidal es completamente actual cuatro décadas después— esos “escasos” jóvenes que habitaban los tendidos de las plazas de toros aquellos años son la “gran” masa de público adulto de hoy, algo que, al menos, se antoja un poco contradictorio, pues se supone que, sin ese público joven de aquellos años presente hoy en día en las plazas, la gran mayoría de público asistente a los toros debería superar los setenta años. Claramente, no es así.

Cualquiera pensaría que el supuesto divorcio de los jóvenes con los toros es algo nuevo, de hace unos pocos años, coincidiendo con el surgimiento del “animalismo” como una corriente ampliamente difundida entre la juventud.

Es muy fácil caer en el tópico de que el público de los toros envejece, que los tendidos cada vez se ven menos poblados de jóvenes y que la tauromaquia interesa cada día menos. Esos son los comentarios que, por repetidos, se convierten en una especie de verdad que nos creemos y aceptamos sin apenas rechistar. Sin embargo, y sin ánimo de pretender un optimismo ciego, hay razones para pensar que estos argumentos se alejan lo suficiente de la realidad como para mirar con otra perspectiva, tanto el presente, como el futuro.

¿Qué pasa entonces? ¿Acaso la mayoría del público de los toros se acerca a la plaza a una edad madura? En la segunda parte de su planteamiento, Vidal afirmaba que “tal encuesta no tendrá excesivo valor si no añade otras cuestiones. La primera de ellas: ‘¿conoce usted el espectáculo?’ Y la respuesta, creemos, volverá a ser mayoritaria y rotunda: ‘¡No!’”. Quizá parte de la respuesta esté ahí mismo. La de los toros es una fiesta regida por la emoción, y en esta no mandan la razón ni las teorías, sólo aquello que captan los sentidos; pero también es un espectáculo que requiere una mínima formación, algo de curiosidad para conocerlo y apreciarlo en una mayor y mejor dimensión, la suficiente para engancharte definitivamente a él. Esa es la frontera que separa al espectador del aficionado. Y resulta que, normalmente, ese reposo, esa búsqueda más profunda, llega muchas veces con la edad. Justo cuando ya importa menos el qué dirán o cuando queremos desmarcarnos de las corrientes de pensamiento colectivo que solemos seguir por simple pereza de pensar por nosotros mismos y querer encajar en un grupo.

Otra visión la dan los datos. Los toros siguen siendo hoy uno de los principales espectáculos de masas en España, donde este año ya se ha superado la barrera de los cuatro millones de asistentes a festejos taurinos regulares en plazas de toros, una enorme minoría que representa casi 10% de la población total del país. ¿Qué espectáculo es mayoritario? Si echamos un vistazo a la última encuesta publicada de Hábitos y Prácticas Culturales en España  (2014-2015), sólo los espectáculos deportivos cuentan con porcentaje de asistencia mayor al 20% de la población. Los demás espectáculos, entre ellos por ejemplo el teatro, oscilan entre el 5 y el 15%. Y no hablamos de las ferias y fiestas de cada localidad, en las que resulta los toros están presentes muchas veces.

Vamos a lo que nos interesa: en esa encuesta publicada por el Gobierno, se establece que la tasa anual de asistencia a espectáculos taurinos se situó en el 9,5% de la población y que el 6,9% acudió a un festejo regular en plaza (corrida de toros, rejones, novillada o festival). Y se da la circunstancia de que el número de asistentes a estos festejos aumenta de manera directamente proporcional a un mayor nivel de estudios y a una situación laboral estable de los individuos. Por edades el mayor nivel de asistencia a los espectáculos taurinos se sitúa entre los 35 y los 44 años, seguido del que va de los 45 a los 54 años y, en tercer lugar, el que va de los 25 a los 34 años. Una sorpresa: el grupo de población situada entre los 15 a los 24 años es ligeramente superior al que va de los 64 a los 75 y al de 75 años y más, cuando resulta que estamos hartos de escuchar que es exactamente al contrario. Pero los datos objetivos son estos.

Otra cuestión importante, a la hora de ver la relación de los jóvenes con los toros, es la cuestión económica. Uno de cada dos menores de 24 años va a los festejos taurinos ya sea porque son gratuitos (como en el caso de los populares y algunas novilladas de promoción) o porque pueden acceder a algún tipo de descuento, algo que se ha hecho popular en los últimos años en distintas plazas de toros bajo el paraguas del “abono joven”. Lo curioso es que el actual modelo de descuento para jóvenes no surgió como iniciativa de las empresas taurinas, directas interesadas, sino que éstas terminaron adoptando un esquema impulsado por asociaciones de aficionados (como el Foro de la Juventud Taurina, por poner un ejemplo específico), que fueron secundados y patrocinados en principio por los propios toreros y, posteriormente, por los empresarios, que por fin han abierto los ojos ante la necesidad de dar facilidades a los aficionados del mañana.

Esos “pocos” jóvenes que hoy van a las plazas de toros no sólo están dejando la tradicional pasividad de la Fiesta a un lado, sino que se están pasando a ser actores vivos del movimiento taurino, se están haciendo visibles y son ellos mismos los que están buscando los mecanismos óptimos para proyectar la tauromaquia entre personas de su misma edad, con un mensaje y un lenguaje apropiado y actualizado, peleando con el hecho de que otras ofertas de ocio tienen muchas más facilidades en los medios de comunicación para llegar al público. En la comunicación está una de las claves. Entre tanta oferta de ocio, el público asiste a lo que conoce y la tauromaquia no se puede enseñar con un simple cartel pegado en una pared.

Es cierto. El mayor público de los toros es adulto, y esta tendencia ha permanecido igual durante, al menos, el último medio siglo, pero también es verdad que los jóvenes están adquiriendo una mayor responsabilidad y notoriedad en la Fiesta, llevados por la necesidad de encontrar un sitio en ella a pesar de la pasividad del sistema, en cuanto a estimular su presencia en la plaza se refiere.

Todo esto, sin entrar en el plano ideológico, pues si hoy en día las corrientes de pensamiento apuntan a ese “ecologismo de cemento”, el mirar a la relación más pura del hombre con los animales y con lo natural, algo que también representa el toreo, se convierte en transgresión y rebeldía. Y de eso la juventud tiene mucho.

David Jaramillo, periodista colombiano. Cofundador de Foro de la Juventud Taurina. Escribe en el semanario 6Toros6 y en los diarios colombianos El Mundo y La Patria.

SEGUNDO AÑO. NUMERO CINCO. FERIAS. SEPTIEMBRE – DICIEMBRE. 2018