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Sangre en el ruedo

El 17 de junio de 2017, Iván Fandiño moría en la plaza de toros de Aire sur l’Adour, en el sur de Francia, corneado por el toro Provechito, de Baltasar Ibán, cuando se preparaba para hacer un quite por chicuelinas. Apenas un año antes, el 9 de julio de 2016, Víctor Barrio fallecía en la plaza de Toros de Teruel a consecuencia de la cornada en el tórax que le propinó el toro Lorenzo, de la ganadería de Los Maños. También en 2016 habían perdido la vida toreando el novillero peruano Renato Motta, con sólo diecinueve años, o el mexicano Rodolfo Rodríguez El Pana, que seguía en la brega con sesenta y cuatro años.

Hacía más de treinta años que no morían toreros españoles en el ruedo, desde las tragedias de Paquirri en 1984 en Pozoblanco y El Yiyo al año siguiente en Colmenar Viejo. Entre esas cuatro muertes, los banderilleros Manolo Montoliu y Ramón Soto Vargas en 1992 y el picador José Antonio Muñoz Ortiz en 1999, también habían muerto en el ruedo. Son los últimos nombres de una lápida en la que se inscriben decenas de héroes anónimos y mitos del toreo. Como Antonio Bienvenida, Manolete, Ignacio Sánchez Mejías, Granero, Joselito, Espartero o Pepe-Hillo.

El pasado mes de julio, coincidiendo con el primer aniversario de la muerte de Fandiño, la Peña Antoñete rindió un homenaje a los toreros muertos en el ruedo. Los escritores Luis Pérez Oramas y Antonio J. Pradel leyeron dos textos emocionantes, que ahora publica Minotauro.

SEGUNDO AÑO. NUMERO CINCO. FERIAS. SEPTIEMBRE – DICIEMBRE. 2018