m
Post Recientes

Un aristócrata del pueblo

Antonio Chenel Antoñete fue un hombre muy especial. Nacido durante la Guerra Civil, perteneció al bando de los vencidos. Se hizo torero por afición y por salir del hambre. Nunca renunció a sus orígenes y nunca hizo exhibición de ellos. En ese tono elegante y tranquilo que le caracterizó no habló nunca desde el rencor, ni quiso sacar beneficio. Su elegancia en la vida era pareja a su elegancia en el ruedo. Se torea como se es. Por eso, en su mano izquierda estaba el paraíso.

La historia taurina de Antoñete está más que documentada, así que me abstengo de calificarla o explicarla. Sí, en cambio, me gustaría recordar al Antoñete que, como a muchos otros, me conmovió como torero y como persona. Me gustaría recordar a ese hombre ya maduro, con los huesos rotos. A ese torero silencioso y melancólico que en los años ochenta del siglo pasado, atropellando la razón, reapareció en la plaza de Las Ventas (su casa) para dictar las cinco temporadas más hermosas del toreo moderno, arrastrándonos a todos al corazón mismo de la verdad. La verdad de un maestro que, como nos dice el diccionario, es «aquel que realiza una obra excelente o perfecta en su clase».

Siempre he pensado que su reaparición en los ochenta fue, fundamentalmente, un acto de rebeldía: contra el destino que siempre jugó en su contra, y contra el tiempo, el verdadero enemigo de los toreros. Y esa rebeldía impregnó todo su toreo. Porque para Antoñete sólo había una manera de torear y de vivir: sin traiciones y sin sumisiones.
Antoñete nunca se traicionó y nunca nos traicionó. Su triunfo fue el nuestro. Estuvo en lo más alto y en lo más bajo. Nunca le interesó el dinero, sino torear bien. Estar bien colocado en la vida y en el ruedo. Toda su vida fue fiel al lema del oráculo griego: la tarea de un hombre es llegar a ser lo que se es.

Para todos los antoñetistas, entre los cuales naturalmente me incluyo, Antonio Chenel Antoñete ha sido un torero de leyenda, un artista arrebatador, un maestro del toreo
y de la vida. Un genuino aristócrata del pueblo.

Agustín Díaz Yanes es cineasta