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Madrid, plaza de Toros de Las Ventas, febrero de 1998. En el cartel, Antonio Chenel una vez más, en este caso con motivo del festival homenaje que se le tributa a María de las Mercedes, condesa de Barcelona, «la primera aficionada de España». Al lado del maestro figura una representación

Por muchas razones de índole estrictamente taurinas y de orden personal, Antoñete ha sido el primero de mis toreros. Tuve el privilegio de presenciar algunas de sus mejores tardes y sus más rotundas faenas en Las Ventas, como la del toro de Félix Cameno, en agosto de 1965, la del

Fue una mala época para Antoñete. Se acaba de separar de su mujer. De su casa se fue con lo puesto. Sin dinero y, lo que es peor, sin contratos. Era principios del año 1965 y en el mundo del toro ya nadie se acordaba de aquel torero que toreaba

—Aquel día todo cambió para mí, pues de no haberme tropezado con Jesús Nieves quién sabe dónde estaría. Palabras de Antonio Chenel Antoñete, cuando le preguntaban qué había pasado en Venezuela para que todo cambiara. Lo relataba así una tibia mañana en los amplios jardines del Hotel Tamanaco. Le acompañaba Karina,

Quienes tienen suficiente edad como para haberlo visto más allá del blanco y negro filmado aseguran que Antonio Chenel Antoñete iba vestido de salmón con oro y que el toro blanco de Osborne era en realidad un berrendo en negro, alunarado y botinero (como se ve en las pelis). En

A lo largo de su dilatada trayectoria taurina, Antoñete creó una tauromaquia propia que podríamos definir de clásica y eterna. Una manera de entender el toreo adaptada al juego del toro de cada momento histórico y a sus condiciones cambiantes. A saber, aplicarle al astado, con naturalidad e inteligencia, las