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Un desafío para 2023

Afición. Del latín affícere-affectum. Para el mundo hispanoparlante significa moverse anímicamente en dirección a algo o a alguien, sentir inclinación hacia. De aquí también la palabra afecto, otra forma de amor. Esta cualidad refiere que quien se encuentra afectado está tocado en su ser, en lo profundo y por algo de afuera. Es decir que se ha hecho para el objeto o persona generador de su afección. Se entiende, pues, que en las hechuras del afectado hay una predisposición o componente que le prepara a sentir de tal o cual manera.

Una afición es algo que nos llena de vida y satisfacción. Se procura porque nos place, nos gusta y nos gustamos en ella. La recompensa, la gratificación y el beneficio residen en hacer aquello por lo que nos inclinamos. Con el deber es muy distinto, pues éste se tiene que cumplir. Es menester realizarlo so pena de recibir un castigo o una sanción. El deber es más bien una obligación.

La afición taurina a veces proviene de la dimensión táurica (es decir, del culto al toro como deidad). Ésta se manifiesta en la tauromaquia porque es lo hay para seguir rindiendo culto al toro. Pienso en la afición a los toros como en cualquier otra afición, con esa misma validez y con esa misma fuerza. Ya que por más que te lleven, te lo expliquen o te lo inculquen, una afición nace. Nace cuando el terreno es propicio: germina. No se puede imponer, ni borrar sin pagar un alto precio, porque ello significa renunciar a una parte de nosotros.

Hoy, sin embargo, esta afición se vive de manera distinta a las demás porque está amenazada. Los aficionados a la música pueden decantarse por un género, elegir entre discos de vinilo, compactos, memorias USB o aplicaciones varias para descargar música. Se ha transformado a través del tiempo. Los taurinos suelen desdeñar el presente e idolatrar el pasado; los aficionados a la música conservan algunas cosas, rescatan otras, pero no suspiran por los fonógrafos. Los aficionados a la música no tienen que acudir a cuanto concierto se celebre para «fijar postura, manifestarse, mostrar que la música importa o interesa». En cambio, los aficionados a los toros experimentamos a veces sentimientos encontrados porque no nos apetece ir a ver a tal o cual ganadería, a tal o cual torero, porque no podemos o no queremos ir a todo. Hoy casi se ha convertido en un apostolado y en un compromiso apabullante afirmarse taurino.

Quien tenga una afición estará convencido de que la suya es la mejor, la más culta, la más exquisita y probablemente asuma que dicha afición lo vuelve mejor, lo edifica. Porque las aficiones se cultivan y en el proceso nos cultivamos, aprendemos, investigamos, leemos, estudiamos, compartimos y también, a veces, competimos.

Con la edad nos vamos trasformando, vamos cambiando y con ello nuestros modos de vivir la afición. Hoy nos gustan muchas cosas que hasta hace poco desconocíamos. A los veinte años somos quizá muy aguerridos, radicales y no solemos hacer concesiones. Con el paso del tiempo, nos volvemos menos radicales, aunque más selectivos, nos impresionamos menos y nos sorprendemos más, quizá no bastará que algo sea taurino para que nos atraiga y quizá también nos gusten más cosas no taurinas. Por fortuna, nuestras aficiones nos van expandiendo el horizonte y dejamos de ser monotemáticos.

¿Pesa la afición al toro? Lo dudo mucho. Quizá pesa sentirse juzgado o evaluado; pesó un hecho, una circunstancia muy concreta, pero no la afición.

¿Cómo se vive la afición taurina en México actualmente? Como en cualquier país taurino, porque la tauromaquia es universal; los nacionalismos sobran y las diferencias nos suman. La tauromaquia no es fútbol, ni béisbol, no es una competencia por orejas, rabos ni puertas grandes, porque no fue eso lo que hizo a las grandes figuras del toreo, ni lo que vamos buscando las tardes de toros. A los toreros los convierte en figuras su aportación al universo taurino. Cuando un torero hace cosas grandes, nos conmueve, nos genera interés, pero su país sigue exactamente igual a como estaba y la imagen que proyecta al exterior también. Eso no depende de un torero, sino del conjunto de sus habitantes.

Retos para la afición mexicana: visión para entender que la defensa es un movimiento simultáneo en dos sentidos, hacia adentro y hacia afuera. Implicarse en los distintos niveles de defensa que se requieren (jurídica, cultural, económica, política, etcétera). Valor para entender que no hay empresa sin afición. Aunque haya empresa sin figuras, sin toro y hasta sin plaza, no hay empresa sin afición.

¿Por qué defender la afición taurina? Porque es parte de mí. Por otra tarde en el tendido junto a Jesu, mi hijo, por nuestras miradas cómplices, por ver la emoción de Sole (que no es taurina), por aplaudir conmovida a un novillo bravo, por Geles, Juan, François, Julio, Poncho, Antonio, por mis amigos. Porque a mis amigos les importa y yo les tengo afecto.

Afición taurina: movidos hacia el toro y por el toro, inclinados hacia el toro. ¿Es el toro parte de mí?, ¿Cómo puede ser esto? ¿De qué manera? O más fuerte aún: ¿hecha para el toro, hecha por el toro? No lo sé, ojalá. Y escribo esto con una mezcla de terror y anhelo. No lo sé, ojalá. Mi afición produce un pulso, que reconozco como mío y en el que me reconozco.

 

Fernanda Haro Cabrero es investigadora taurina, miembro del Círculo Taurino de Zacatecas