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Los toros, una batalla cultural

Cualquier batalla cultural que se precie de serlo (tanto ‘batalla’ como, sobre todo, ‘cultural’) implica el conflicto ideológico entre distintos grupos sociales y la lucha por el predominio e influencia de los valores, creencias y prácticas de dichos grupos. Generalmente, estas batallas (casi siempre incruentas, aunque no siempre) se circunscriben a temas de fondo candentes en torno a los cuales existe un amplio desacuerdo social , dando lugar en el debate público a una fuerte polarización. Es el caso de la tauromaquia.

A contrapelo de ciertas ideologías, fes o creencias actualmente en auge (animalismo, antiespecismo, veganismo etcétera), Minotauro alega que ha llegado el momento de dar esa batalla cultural y defender la tauromaquia con profundidad, rigor y afición. Esto resume en esencia el Manifiesto que proponemos a toda la sociedad (no solamente al mundo de los toros), en defensa de los valores inherentes a la tauromaquia como manifestación artística y cultural por derecho propio. Sólo explicando y haciendo explícitos los valores que encarna se puede hacer a día de hoy un alegato válido sobre la tauromaquia. Tenemos la obligación de dar a la sociedad (y a nosotros mismos como aficionados) argumentos que pongan en valor nuestra pasión compartida.

A la hora de proponer una defensa seria y razonada de la Fiesta (como se acaba de hacer en Francia, de la que tenemos tanto que aprender en este terreno) habría que tener en consideración que las corridas de toros se defienden mucho mejor estando en minoría que cuando se pretenden imponer a la mayoría. Uno de los argumentos más poderosos y contundentes en favor de los toros es aquel que apela al respeto por la diversidad cultural. Los toros son cultura y como tal deben ser entendidos y protegidos. ¿Quién y en función de qué decide lo que es cultura y lo que no? ¿Quién y en función de qué decide las minorías que deben ser respetadas y las que no?
En un artículo de reciente publicación, el filósofo Francis Wolff ha dado una vez más en el clavo al decir que «los defensores de las corridas no deben tratar de ponerse en el lugar de sus oponentes (el espectáculo del sufrimiento del toro, etcétera), ya que se trata de una cuestión de sensibilidad y no de argumentación». En efecto, en este debate sin solución posible el conflicto de la sensibilidad es del todo insalvable. Los aficionados no vamos a la plaza de toros para ver sufrir a un animal, sino para ver a un hombre enfrentarse a la bravura de un toro y salir vivo del intento tras mirar cara a cara a su destino. Pero lo más importante en toda esta cuestión es que, como señala Wolff, «nadie tiene derecho a reclamar para sí el monopolio de la moralidad». A lo que habría que añadir que tampoco nadie (ni siquiera aquéllos que no parecen distinguir entre el dolor humano y el dolor animal) tiene derecho a reclamar para sí el monopolio de la sensibilidad.

El Manifiesto Minotauro, que hoy nace, se ofrece a la sociedad con la idea de impulsar el debate y la defensa de los valores que
encarnan la Fiesta. La defensa de un rito ancestral, y hoy plenamente contemporáneo, del que nos sentimos orgullosos y que tenemos la obligación de preservar, disfrutar y seguir desarrollando. Esto es lo que pretendemos: abandonar cualquier postura defensiva y jugar orgullosamente al ataque, poniendo en valor y exigiendo respeto hacia la Fiesta que amamos. Desde nuestra posición, vamos a intentar sumar a este debate al mundo intelectual y a las personas más brillantes de nuestra sociedad. El Manifiesto Minotauro no nace como una ley escrita en piedra, sino como una puerta abierta con la que nos gustaría integrar a todos los que aman, respetan o simplemente quieren entender de qué trata la tauromaquia.

Mucho peor que la desaparición por decreto de las corridas de toros sería no dar la batalla argumentando y explicando todo aquello que, como sociedad, perderíamos con su extinción. El Manifiesto Minotauro se presenta, por tanto, con vocación de ser un primer paso, el inicio de una reivindicación lo más rigurosa y razonada posible de la tauromaquia como expresión artística y cultural de unos pueblos que comparten esta pasión hoy puesta en entredicho y en serio peligro de desaparecer si no se da la batalla desde la mayor amplitud de frentes posible.