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Quite de Oro

Dicen que sucedió el domingo 28 de enero de 1934, ¿pero realmente se puede fechar la eternidad? Fue en el tercio de la contraquerencia del legendario ruedo de la plaza El Toreo del barrio de la Condesa en la Ciudad de México, en el momento en que el segundo de la tarde —llamado Periodistasalió de un puyazo y sorprendió a su matador Pepe Ortiz con el capote a la espalda, quizá envalentonado para intentar una gaonera. El propio Ortiz declaró que no le dio tiempo para pensar la epifanía y aguantó la embestida de espaldas, abriendo el capote como ala invertida de mariposa y giró sobre sus talones a favor del viaje del toro; repitió ese pétalo como taquicardia en tres ocasiones, girando sobre su propio eje como un mandil enrevesado, con la espalda como tronco de una peonza y las manos acariciando el aire con los vuelos del capote semienroscados a su cintura como un mantón de Manila.

Era un toro cárdeno, bien puesto de pitones y en la medida en que coadyuvaba en la coreografía, se definía en un palmo de terreno un quite nunca antes visto. Lo llamaron De Oro, porque esa tarde se disputaba la Oreja de Oro —colofón de la temporada mexicana— entre seis espadas triunfadores. Allí, entre el callejón y los medios, estaban Freg, Armillita, Balderas, Solórzano y Domingo Ortega… con ganas de aplaudir, con la duda en los labios, con el azoro que compartían con los tendidos abarrotados en delirio. Hubo quien pidió la oreja del toro y la Oreja de Oro, incluso antes de que Pepe Ortiz tomara la muleta.

En palabras del propio Orfebre Tapatío,«al sentir la arrancada tan intempestiva del toro, no tuve tiempo de hacer lo que pensaba y me quedé con los pies juntos casi de costado, y dejé pasar al toro, en la forma en que se hace un pase de costado […] dándole la espalda al toro y haciéndolo pasar». Según el propio Ortiz, el Quite de Oro lo realizó ese día en que lo inventó, luego otra vez en Granada y la tercera y última en Guadalajara, Jalisco. Consta en algunas fotografías y se comenta en ciertos mentideros que es de los quites más hermosos, un lance furtivo de giro y silencio. Lo cierto es que es un milagro y eso, Sancho, son cosas que suceden muy de vez en cuando.

Valga lo anterior como escarnio o coscorrón ante la estulticia y falta de criterio de un policía que no supo premiar por lo menos con dos orejas una milagrosa faena al óleo de un señor llamado Antonio Ferrera, vestido de verde y oro, una tarde ya sin fecha en la eternidad incontable de la Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Por el solo hecho de haber citado a recibir a un Zalduendo llamado Bonito¡a diez metros de distancia!— ya era de pañuelo blanco (amén de que murió sin puntilla, luego de tres naturales con la espada, levemente caída, matándolo en olor de santidad). Si no por ello, el supuesto juez debió aquilatar una faena de muleta sin ayudado, toreando al natural por la izquierda y la derecha, acompasando los vuelos con la cintura y acompañando con la quijada en las hombreras del terno: debió sopesar los cites de largo y esa gracia de hilar en redondo que sólo alcanzan los elegidos, pero sobre todo debió considerar que ese señor Ferrera vestía de verde habiendo salido de la antesala del Infierno, que venía de encarar a la Muerte y se la volvió a encontrar entre dos pitones, que le embestían a galope desde el primer tercio en el que ese señor Ferrera decidió definir su destino con lances de largo, con el capote como mandil abierto al azar y luego como quien lidia la vida misma, con delicadas caricias que llevaron a Bonito al caballo para su primer puyazo.

Demostrada su bravura en el muro del peto de las lamentaciones, Antonio Ferrera sacó al toro del tercio a los medios, con el capote a la espalda, en un vuelo absolutamente desconocido para la mayoría de los aficionados y, sobre todo, para el policía del biombo, donde giró bajo los rayos del Sol en ese primero de la tarde y repitió en tres calladas ocasiones el milagro en el cual el torero de espaldas articula una tipografía impalpable con un toro que ya sangra… Y eso se llama Quite de Oro.

Jorge F. Hernández es escritor.

TERCER AÑO. NÚMERO OCHO. OTOÑO. SEPTIEMBRE-DICIEMBRE. 2019