
La corrida surrealista fue una de las tantas ensoñaciones oníricas de Salvador Dalí, que venía rumiando desde los años cincuenta la idea de una falla, así como una corrida daliniana. Concretamente el 16 de abril de 1953, en una entrevista con Manuel del Arco en Revista, afirmaba: «La corrida daliniana: en la “falla” figurarán la plaza, Montserrat, el helicóptero, el toro… En fin, todo. Y, además, efigies de los dalinianos y antidalinianos; muchos estarán en el ruedo invitados, pero otros de más categoría serán no invitados a la plaza y estarán fuera, pero figurando en la falla».
La idea primigenia de Dalí era doble: una falla para las fiestas de San José de Valencia en 1954, que a su vez sería el boceto tridimensional de la corrida surrealista. La falla se construyó no sin escándalo y polémica, como todo lo que rodeaba al artista catalán. Consistía en un ruedo con encapuchados fuera de la plaza; en los medios había un torero (Luis Miguel Dominguín, quien formaba parte del proyecto inicial) con alas de mariposa; también se podía ver un retrato doble de Dalí y Picasso (quien, junto con Luis Miguel, formaba parte de la idea original). La técnica daliniana del dos en uno, la imagen doble, es consecuencia del complejo de Dioscuros, Cástor y Pólux, por el que uno de los gemelos debe morir para que el otro se vuelva inmortal; es lo que Dalí llamó «fenixología». El toro aparecía colgado en el aire del autogiro que estaba engalanado como ave rapaz. En efecto, la falla se levantó y se quemó como todas las demás.
Cuando el artista intentó hacer realidad su proyecto de corrida surrealista, esas eran sus líneas básicas de actuación: la falla tomaría vida en el ruedo. Una corrida homenaje a Dalí fue el escenario propicio para intentar llevarla a cabo. Hubo cambios significativos, como la ausencia de Luis Miguel Dominguín y de Pablo Picasso, que decidieron quitarse. Los sustitutos, no obstante, fueron de alta alcurnia: Paco Camino y Marcel Duchamp. Al final se conformó una corrida de toros al uso, con algunos elementos de happening incluidos en el desarrollo del evento.
Por fin, el 12 de agosto de 1961 se anunciaba en Figueras un cartel formado por el venezolano Curro Girón, Fermín Murillo y Paco Camino, con reses de la ganadería de Molero Hermanos. El cartel físico presentaba unas cuantas particularidades: aparecía el anuncio de la corrida en francés, inglés y alemán; el nombre de Paco Camino destacaba con letras más grandes y luego, sobre la pintura taurina de marras, Dalí había sobrepuesto un dibujo en el que se podía ver al toro volando porteado por el helicóptero y un disparo hecho con una pistola de pintura.
Dalí lanzó esta idea del helicóptero, y, ante la dificultad de llevarla a cabo, entre el empresario taurino y el alcalde Ramón Guardiola idearon una solución. Toda vez que la propuesta era inviable, debido al peso del animal, se arrastraría el toro fuera de la plaza y se llevaría a un campo de fútbol contiguo. Allí aterrizaría un helicóptero y se elevaría con el toro, pero no el auténtico, sino un novillo disecado que sería posteriormente abandonado en la bahía de Roses, cual ofrenda a Neptuno.
La corrida comenzó con la entrada triunfal en la plaza de Dalí en un gran Cadillac descapotable, acompañado de una siniestra cohorte de gigantes y cabezudos. Luego se realizó el paseíllo y la corrida transcurrió según los cánones clásicos del ritual taurino. Todos los matadores brindaron un toro al homenajeado y Paco Camino dictó una lección magistral de toreo.
Al finalizar, acaeció otro de los números principales —no adscrito a la propia corrida—, comisariado por Marcel Duchamp, que se encontraba en el palco de autoridades justo detrás de Dalí. Consistía la pieza duchampiana en la quema y autodestrucción de un toro hecho de papel maché y yeso, cubierto con placas doradas y relleno de fuegos artificiales, que saldrían de los cuernos; el toro acabaría arrojando líquido rojo por la boca. Por su parte, Dalí acabaría lamentando que en la pieza de su amigo Duchamp habían faltado «unos gatos negros en la explosión».
Esta pieza del toro que se destruye a sí mismo lo llevaron a cabo los artistas nouveaux réalistes Niki de Saint-Phalle y Jean Tinguely. Se trata de una de las primeras actionspectacles del grupo, donde la obra de arte se construye o se destruye delante del público (la primera fue la acción en la que Yves Klein pintó unos cuadros en el suelo utilizando como «pinceles» a mujeres desnudas: Anthropometry, 1960).
El toro de fuego ideado por Duchamp se autodestruiría como símbolo apocalíptico al finalizar la corrida. Cual varilarguero con su garrocha, uno de los alguacilillos a caballo fue el encargado de prender la mecha. Un petardo alcanzó a Dalí, que resultó con el traje seriamente averiado al prenderse, según escribió el enviado especial de la revista El Ruedo, G. de Córdoba. Arrebatado, Dalí se levantó, se caló un pan de tres crostons a modo de montera y, bastón en mano, saludó al respetable mientras recibía una ovación de clamor.
Jean Cocteau relataba que «el arte no puede renacer de sus cenizas más que por la fenixología (ciencia daliniana), cuya fuerza motriz no puede ser otra que el espíritu instintivo de la contradicción». La idea original era que mientras un toro se desintegraba en la plaza, otro saldría volando por los aires. Finalmente, el helicóptero no pudo volar con seguridad dado el fuerte vendaval de tramontana que imposibilitó el acto ascensional del toro a los cielos y su deposición en la montaña, en plena bahía de Roses, como ofrenda a los dioses.
JOSÉ MIGUEL TUR es historiador del arte.