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Victorino: el hombre se hizo toro

La leyenda de Albaserrada se arraiga en la ferocidad de Barrenero, sobrenombre de un cornúpeta indomable cuyas oleadas amargaron la gloria de Rodolfo Gaona el 29 de mayo de 1919. Se le fue vivo al corral. Y persiguió al diestro mexicano en muchas noches de insomnio.

Viene a cuento evocar la historia porque ha transcurrido un siglo de la presentación del Marqués de Albaserrada en Madrid. Todavía existe la ganadería, pero la reputación de la simiente corresponde a la perseverancia y audacia de Victorino Martín.

Ni la “V” ni la “M”, sino la “A” mayúscula de Albaserrada identifican al hierro de Galapagar y el talento visionario de Victorino Martín Andrés, el padre.

El padre de las criaturas. Tanto se personificaba en ellos el viejo ganadero que a los toros de Victorino se le llaman los victorinos. Y hasta los vitorinos. Porque se le parecían al ganadero en el comportamiento. Listos, bravos, despiertos. De mirada intimidatoria.

Y de buena memoria, pues el victorino se acuerda de lo que se deja detrás, aunque no fuera Victorino Martín un hombre rencoroso.

Fue más bien un trabajador, un entusiasta, un visionario. Y alcanzó a enorgullecerse del apodo con que le despreciaban los señoritos. El paleto de Galapagar, pues fue en Galapagar, en el actual señorío de Iglesias y en la pedregosa sierra madrileña, donde Victorino transitó de la carnicería de carne a la ganadería de terciopelo, redimiendo un hierro desahuciado, Escudero Calvo, que ha convertido en leyenda.

Llenaba las plazas Victorino como una primera figura y ganaba tanto dinero como ellasaunque hace dos años que ya no le vemos en ellas. Y echamos de menos su carisma de tratante, sus muelas de oro, sus manos cuarteadas de currante, su sonrisa burlona, solar, su picaresca de duende resabiado.

Y las cornadas que no se le ven. No ya las metafóricas. Que su padre fue ejecutado en Paracuellossino las que le propinó junto al riachuelo de la finca un semental de su ganadería, Hospiciano.

Pues los victorinos no agradecen ni la mano que les da de comer. Por eso es tan difícil torearlos. Y por la misma razón te lo pueden dar todo y quitártelo también. Se amontonan los hitos, los trofeos. Los toros indultados, Belador, Cobradiezmos, los toreros insomnes, pero todavía se evoca la corrida del siglo, cuando Ruiz Miguel, Esplá y Palomar salieron hace 37 años a hombros en Madrid.

Y cuando lo hizo el propio Victorino, elevado como un dios de la tauromaquia que se marchitó en su finca de Coria, 90 años tenía, pero que tiene garantizada la simiente de Hospiciano. Y a un hijo tan sabio como él que naturalmente se llama Victorino.