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Más miedo daba Santanero

Entre las docenas de páginas que hablan del coronavirus, leo que murió Limonov. Y el subconsciente me lleva automáticamente al genial artículo de Chapu Apaolaza a raíz de la tarde que La Fundación del Toro de Lidia le invitó a Las Ventas. Fue uno de esos días en los que la tauromaquia nos volvió a dar una lección. Esta vez a través de Román, que se había “alistado” en esta pavorosa corrida sin ninguna necesidad ni motivo.

Los taurinos no entendían que pidiera la sustitución de Emilio de Justo con la de Baltasar Ibán tras haber triunfado rotundamente ante aquel Adolfo la tarde del gordo del bombo. Si había impresionado su arriesgada decisión en una época de máximo conservadurismo en los planteamientos de los toreros, más lo haría su forma de afrontar la tarde. Podemos afirmar que abrió definitivamente el corazón de Las Ventas, que es mucho más difícil que abrir su Puerta Grande.

¡Cómo nos íbamos a imaginar cuando bajábamos por Alcalá cargados con la merienda que ni abriríamos puesto que nos íbamos a pasar tres toros enteros rezando, sin hablarnos, sin darle fiesta al cargamento de vino que había llegado ese domingo a la andanada! Qué don tiene la tauromaquia para que separemos lo principal de lo accesorio en un momento. Qué mezcla de asco e indignación producía esa tarde la música en directo a unos metros de la enfermería. No parecían las mismas barras donde habíamos apoyado el codo tantas tardes de triunfo. Sólo nos preocupaba que saliera de una vez el parte médico aferrándonos a un nuevo milagro del Doctor Garcia Padrós.

Qué lección de compromiso aquella de Román, empeñado en torear a Santanero como si fuera bueno. Que no es que no lo fuera, es que podemos asegurar que fue uno de los toros con más peligro lidiado en Las Ventas en años. ¡Vaya manera de plantarle cara al peligro! Pies de plomo en una lluvia de granadas. Qué gañafazos soltaba aquel toro. Cuando no iba al pecho se tiraba directamente al cuello. Y Román dispuesto a ceder la vida antes que la sonrisa. Hasta consiguió arrebatarle estimables derechazos. Qué intensidad, cuánta verdad.

Y qué dureza cuando le pegó semejante cornada tras tirarse a matar por derecho. Segundos eternos colgado del pitón. No lo soltaba. Qué angustia. Y cuando lo soltó, el pitón rojo hasta la cepa. Un escalofrío general recorrió los tendidos. La cornada más dura de la temporada más salvaje. Ya estaba la tauromaquia preparándonos para lo que nos vendría unos meses después. “This is not contemporary bullshit” concluyó Limonov.

Paso de página y vuelve el dichoso virus. Nunca dio más miedo un microorganismo que dos velas. Por muchas cornadas que nos pegue, a este bichejo lo dejaremos sin puntilla. Aunque sólo sea porque está muy feo eso de marcharse con deudas. Y es que los aficionados aún tenemos que recibir con honores a Román en su vuelta a Las Ventas tras aquella lección de vergüenza torera.