Lejos quedan las corridas de toros en plazas cubiertas como primer gran paso tras otro invierno de pandemia. Pasaron cosas muy importantes en el ruedo, pero faltaba algo. Y más lejos, gracias a Dios, queda el eterno invierno taurino de casi dos años.
La primera salida a una plaza “clásica” la hice a Aranjuez, donde lo que faltó fue el toro. Un quite a una mano de Morante y su clasicismo en banderillas como recuerdos en sepia del primer día taurino en meses. Qué gusto daba volver a ver el ambiente por las calles.
Empecé a “reilusionarme” taurinamente en Villaseca de la Sagra como quien rebusca en las raíces. Y es que contagia la inocente ilusión de quienes aspiran a ser toreros en sus primeros pasos sin caballos, como demostró esa tarde Marcos Linares ante una extraordinaria novillada de los hermanos María Sagrario y Víctor Huertas. Qué humillación, profundidad y emoción en las embestidas de los novillos de estos románticos del encaste Santa Coloma.
En Navas del Rey disfrutamos de una novillada “de las de antes” gracias a tres novilleros – Borja Collado, pese a quedar inédito el segundo día por lesión, Isaac Fonseca y Leandro Gutierrez – con la hierba en la boca. Y gracias también a un figurón de los de plata, como es Rafael Gonzalez Amigo, que pareó a un Baltasar Ibán que apretaba en banderillas como si estuviera en Las Ventas ¡Eso es honrar la profesión!
Muy emocionante fue volver a Las Ventas a una corrida de toros sin trasfondo político. Por fin. Más de veinte meses sin pisarla se hicieron insufribles. Ese paseíllo es de los que no se olvidan. Qué tarde la de Escribano y qué mérito el de Sergio Serrano con lo poco que torea. Como mala suerte la de Fortes, al que seguiremos esperando. Y qué toro aquel de Victorino; ¡salimos haciendo el avión por Alcalá!
El domingo vimos en Las Ventas una interesantísima corrida de toros de casi seis años de Victoriano del Rio con un Emilio de Justo reivindicándose en un faenón al último de la tarde. Paradójicamente, en el que menos se lo reconocieron.
Y cuando ya nos veíamos lanzados en nuestra rutina taurina, volvemos a cantar el “pobre de mí” a 7 de julio en este segundo año sin toros por San Fermín; esta escalera se está haciendo eterna. No es sólo la morriña de otro año sin la madre de todas las fiestas ¡y el padre de todos los toros! Sino que tampoco abrirá la plaza de Valencia por la Feria de Julio, el otro puerto de primera del mes, algo que no conseguimos entender los aficionados. Como tampoco nos explicamos por qué no sigue habiendo toros en Las Ventas a pesar del éxito artístico y de público de estas dos tardes, pese a su nula promoción, y con la autorización del doble del aforo. O que La Maestranza no pretenda abrir hasta septiembre aunque se permita el aforo mínimo exigido por la empresa en abril ¡Es momento de recuperar las plazas de temporada, no de perder las pocas que lo seguían siendo!
Este verano es crucial y no puede recaer sólo en los pueblos y plazas de provincias. Hay alguna honrosa excepción entre las plazas de primera, sí, pero es que tampoco se oye nada de Bilbao o San Sebastian. Y no podemos conformarnos con el caramelo de un puñado de corridas de postín en septiembre en Las Ventas y La Maestranza. Las plazas de primera han de tirar del carro. Si a las figuras de cualquier ámbito es lo que se les exige, lo mismo debemos hacer con las principales empresas taurinas ¿O es que no son figuras en lo suyo?
Toro, torero y afición, dice el tópico sobre los tres actores principales. Sin embargo, no se juntan sin un buen empresario de por medio. Y es por ello por lo que parece muy injusto que el riesgo, la constancia y el esfuerzo sólo recaigan en ganaderos y toreros. Está el campo lleno de cinqueños y toreros con mucho que decir a una afición que necesita alicientes para recuperar la costumbre de ir a la plaza, como para que los empresarios de las principales plazas de primera sigan echando la culpa al empedrado.
No podemos obligarles a que trabajen con ingenio y arriesguen su patrimonio por afición para sembrar como se necesita. Pero sí que, si no están dispuestos a hacerlo y dar un paso al frente, lo den a un lado y dejen paso. Porque el “pobre de mí” no puede acabar siendo la canción del verano taurino.
Fernández-Kelly