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La reconquista de un encaste

Noventa años después de aquel famoso anuncio en la prensa local de Sevilla en el que el Conde de Santa Coloma ponía a la venta su ganadería — que muchos achacaron al declive del encaste— o medio siglo después de los últimos carteles de postín con toros de Joaquín Buendía, su comprador, parece milagroso que un toro con su sangre conquiste el prestigioso premio Minotauro.

No es que sea una sorpresa, pues La Quinta lleva varias temporadas atravesando un gran momento, pero no deja de ser un sueño que muchos aficionados no podíamos imaginar hace muy pocos años. No ya que ganara premios como que aquel encaste surgido a principios del siglo pasado como cruce de Ibarra y Saltillo volviera a estar presente en las principales ferias, o que incluso las figuras se apuntaran a estoquearlo. La variedad de encastes y la riqueza de la tauromaquia están de enhorabuena gracias a familias como los Martínez Conradi, que apostaron por Santa Coloma cuando parecía desahuciado por la subida de peso exigida en las principales plazas. Se defendieron centrándose en las novilladas y, una vez afianzados en ellas gracias a sus éxitos, empezaron la reconquista en corridas de toros desde el norte hasta el sur. Tienen Francia a sus pies desde hace años, han rendido Madrid y en 2023 apuntan a Sevilla. A posteriori el planteamiento parece de libro, pero durante estos más de treinta años sólo ellos saben la lucha que han librado para conseguirlo.

La reconquista de Santa Coloma en los carteles no sólo es motivo de alegría para los aficionados, sino —lo que es más importante— de ilusión para tantos ganaderos que evitan la extinción del encaste con su esfuerzo repartido en pequeñas ganaderías. Los coquillas de Sánchez Fabrés y Sánchez Arjona; los gracilianos de Juan Luis Fraile; Los alipios de Pilar Población, Hoyo de la Gitana o Valdellán; los buendía de Rehuelga o Flor de Jara y diferentes «grises» provenientes de distintos cruces santacolomeños como Ana Romero, Adolfo Rodríguez Montesinos, los hijos de Víctor Huertas, El Añadío, Fernando Guzmán, Los Maños (con otro de los grandes toros de la temporada venteña) o su origen con el cruce veragua de Pablo Mayoral. Y tantos otros románticos que con su esfuerzo y dedicación siguen defendiendo un encaste tan imprescindible como amenazado.

Bellotero fue lo que se conoce coloquialmente como un «tacazo». Qué hechuras. Era una pintura. Mostró sus virtudes de salida, acaparando la atención de toda la plaza. Qué humillación, fijeza, ritmo y recorrido la de este bravo y precioso toro al que el Juli le cortó una oreja tras una cuidada lidia, en la que acabó gustándose. Justo ganador, aunque perfectamente podría haberlo sido también su hermano Gañafote, con el que el Juli hizo una de las faenas de su vida tras apostar y exponer ante un toro mucho más incierto y descubrirnos su fondo sensacional. ¡Qué profundidad la de este toro, en bravo y complicado, con esos matices que tanto gustan al aficionado y qué lección de lidia la del Juli en Las Ventas!

La temporada 2022 ha evidenciado el alto nivel ganadero. No deja de ser otro milagro si tenemos en cuenta el sufrimiento económico por el que están pasando sus dueños, abandonados y amenazados por la Administración y maltratados por la mayoría de las empresas taurinas. El sexteto de finalistas lo completan Duplicado, de Victoriano del Río, que encandiló al público venteño el Domingo de Ramos por su calidad; Ballestero, el sobrero de Garcigrande desorejado por Morante de La Puebla en la Feria de Abril; Garañuelo, de Victorino Martín, que mostró las virtudes del encaste Albaserrada con su gran pitón izquierdo; Cotorrito, de Santiago Domecq, cuya transmisión conquistó Bilbao —¡qué galope, embestida de calidad y son por ambos pitones el de este toro con los seis años cumplidos!—; y el encastado Camionero, de José Escolar, ante el que Fernando Robleño hizo una de las faenas más emocionantes de la temporada. Seis bravos toros que han lucido las virtudes de sus encastes, como también lo hicieron otros muchos de ganaderías no incluidas; los de La Palmosilla, en Pamplona, el bravo Bastardero de El Pilar, al que le cortó una oreja Javier Cortes en Las Ventas, o incluso el galache Chillón, lidiado en Salamanca, que tanto celebramos los aficionado por volver a disfrutar de otro encaste excluido del gran circuito como el Vega-Villar y que también alienta a los ganaderos, pues ni su dueño soñaba tampoco hace sólo un par de años con volver a lidiar en La Glorieta.

Desgraciadamente el esfuerzo de tantos soñadores entregados a sus toros no es suficiente para reconquistar el espacio perdido por la tauromaquia. Contamos con mimbres de lujo, pues la baraja de toreros actual es interesantísima y el nivel ganadero muy alto en prácticamente todos los encastes, pese a estar varios de ellos en peligro de extinción. Sin embargo, los empresarios taurinos, con honrosas excepciones, no están al mismo nivel. No pedimos genios, pero sí debemos exigir ética y visión a largo plazo, además de una mayor unión del sector, como condiciones indispensables para un futuro realmente prometedor.

 

FERNÁNDEZ-KELLY es  aficionado y abonado de andanada del 9 en Las Ventas